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Gran Crowe en una película correcta cuyo tema pedía más

Núrenberg | Crítica

Russell Crowe, el principal valor de esta fallida ‘Núrenberg’. / D. S.

La ficha

*** Núrenberg. Drama judicial, EEUU, 2025, 144 min. Dirección y guion: James Vanderbilt. Música: Brian Tyler. Fotografía: Dariusz Wolski. Intérpretes: Rami Malek, Russell Crowe, Michael Shannon, Leo Woodall.

James Vanderbilt –de los Vanderbilt de Nueva York de toda la vida, muy del Julian Fellowes de La edad dorada– tocó la flauta por casualidad con el guión de Zodiac de Fincher. Porque el resto de su filmografía es pródiga en blockbuster de superhéroes (las dos entregas de The Amazing Spiderman), terror (la resurrección de Scream) o del universo Emmerich (Asalto al poder, Independence Day: Contraataque).

Se inició en la dirección en 2015 con La verdad, beneficiaria de las interpretaciones de Cate Blanchett y Robert Redford, en la clave de cine de género, variante, muy Pakula y Fincher, de thriller histórico-político-periodístico, que resolvió de forma correctamente convencional. Ahora vuelve a dirigir, también en clave de género, una película de juicio. Pero no uno cualquiera, sino el histórico de Núremberg, que el cine la trató en la 1961 en la recordada Vencedores y vencidos (engañoso título español que, sustituyendo al original Judgment at Núremberg, daba a entender que los vencedores escriben la historia a su manera).

Vanderbilt vuelve a ser fiel a la tradición del género. Es una entretenida y correcta película de juicio con una cierta tendencia a lo enfático, como si la importancia del tema lo exigiera. Pero Núremberg requería mucho más. En los duelos entre el psiquiatra Douglas Kelly (Rami Malek) y el fiscal Jackson (Michael Shannon) con el mariscal Göring (Russell Crowe) gana, al revés de lo que históricamente sucedió, el último. No por otra razón sino por la espectacular, no exenta de histrionismo, pero eso va en el personaje, de Crowe que pulveriza a ese pésimo actor que es Rami Malek y gana al mucho más eficaz Michael Shannon. Para un actor dado a la desmesura el personaje del histriónico y perverso, pero inteligente y manipulador, Göring, es un caramelo.

El guión, escrito por Vanderbilt a partir de la novela de Jack El-Hay El nazi y el psiquiatra, saca todo su provecho a los duelos verbales entre Göring, el psiquiatra que quiere comprender su compleja personalidad –y con ello la del nazismo como una de las más formidables encarnaciones del mal– y quienes quieren juzgarle. El contexto, donde aparecen otros famosos acusados y sus acusadores o defensores, es un fondo de contextualización histórica sin mayor relieve para el duelo Crowe-Malek del que el segundo sale KO.

Película, excepto en el caso citado, de buenas interpretaciones, entre las que, junto a Crowe y Shannon debe sumarse Richard E. Grant, bien escrita, correctamente dirigida y entretenida, se ve perjudicada por la importancia de lo que trata y los intentos de ponerse retóricamente de puntillas para alcanzarlo. Lo que solo logra cuando las imágenes reales de los campos de exterminio aparecen.

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