El proceso creativo y su metodología
El diario de las artes
COMO me ha pasado con otros tantos, fue Carmelo Trenado el primero que me habló de Emilio Luis Fernández. El profesor y artista casi nunca se equivoca en su apreciación sobre si uno de sus alumnos puede llegar a ser un verdadero artista. “Este, me dijo una vez, va a ser importante. Piensa, actúa y crea en artista”. No se equivocó; después de aquella casi sentencia, lo hemos visto en varias ocasiones y en todas nos demostró que lo que hacía estaba lleno de fuerza, de sentido y de carácter.
El propio Carmelo fue el que me anunció esta exposición en el Centro Damián Bayón. No pude asistir a la inauguración, pero tuve la ocasión de disfrutar en el montaje de la misma. Lo que presencié fue todo un acontecimiento; de por sí, una auténtica instalación o, si se quiere, una actuación rozando una performance. Voy a intentar relatarlo porque se trata de una verdadera escenificación de cómo el arte es llevado a efecto a través de una acción colectiva donde los actuantes participan, de verdad, sin protagonismo y a la búsqueda de un final trascendente para que la obra llegue en toda su dimensión y haga patrocinar su auténtico sentido creativo.
Para los que no lo sepan, Emilio Luis es un joven artista que va en una silla de ruedas debido a una dolorosa enfermedad que le viene de niño. Tal circunstancia, lejos de condicionar su trabajo, le ha permitido patrocinar un lenguaje y un concepto artístico tremendamente propio que le lleva a conseguir los máximos argumentos creativos.
Una de las salas principales del espacio expositivo de Santa Fe, iba a ser intervenida con un mural de tres metros de alto; el proyecto creado por el artista tiene que ser llevado a efecto de forma muy minuciosa. Todas las constantes que aparecen en la obra de Emilio Luis Fernández serían pintadas en la pared. El artista se vale de una especie de pértiga para pintar; un grupo de sus amigos, incondicionales del autor, estaban presentes y trabajan junto a él para fijar los elementos más complejos. Todos se enfrascaban en el proyecto, su padre, sus compañeros de Facultad –casi todos artistas en ejercicio–, alguno de sus antiguos profesores, Belén Mazuecos, la vicedecana de la Facultad de Granada, el propio Carmelo Trenado… Todos ejercían entusiastamente a las órdenes del artista que estaba pendiente de todos los detalles, sabían lo que tienen que hacer. El autor, desde la silla, marcaba distancias, proyectaba líneas a seguir que las continuaban todos, de manera solvente. La pared, ya con el grueso de la obra pintada, con ese pie espectacular imponiendo su potestad, se iba secuenciando en pequeños cuadrados que todos pintaban. La acción se estaba grabando en vídeo como final de todo el proyecto, que será otra obra más. El crítico llegó y observaba la ilusionante instalación. Casi nadie reparaba en la presencia extraña, el artista me contaba emocionado la obra y hablamos de un arte que, a él, le salía por los poros.
Emilio Luis Fernández ejecuta una obra con muchos esquemas conceptuales que asumen circunstancias en un desarrollo ilustrativo condicionado por su propia realidad vital. A él, le interesa sobre todo aquello que tenga que ver con el cuerpo humano como especialísima metáfora de la existencia. Su tesis doctoral fue clara en ese aspecto: “La influencia de las lesiones físicas por artritis reumatoides en la construcción de la obra de Arte”. Aquello que patrocina la realidad física es el punto de inflexión para patrocinar una obra en la que él mismo abarca para desarrollar una gran parte su trabajo. La ilustración ha ido esquematizándose hasta sus últimos extremos, llegándose, en su discurso final, a un simple icono, en el que el pie es la parte más importante, el concepto que arraiga a la tierra, que nos empuja y nos lleva.
La exposición en el Damián Bayón, aparte del gran mural, espectacular y definitorio, nos conduce por otras piezas de mucha trascendencia en el discurrir de su obra. La otra gran sala nos presenta una esclarecedora intervención espacial. Un manto de turba natural sirve de especialísima alfombra donde se disponen veinticinco cubos simétricamente colocados; los mismos, coloreados en blanco y negro – salvo uno, de un rojo impactante – son otras de las constantes de la obra de este artista; estos son claras referencias al azar, pero, también, trasuntos de contenedores y de experiencias. Los cubos se nos presentan cubiertos de clavos – otra constante más en la obra de Emilio Luis – también como metáfora del cuerpo humano y, sobre todo, de su aspecto más erótico. Erotismo que se advierte en la serie de obras pintadas, realizadas con una extraordinaria pulcritud y que ocupan el resto de las salas.
La obra de Emilio Luis Fernández es, a pesar de la contundencia dramática y existencial que la sustenta, se nos antoja como un canto vital, un ansia de liberación extrema y, además, una bella lección de arte abstracto lleno de absolutas referencias conceptuales y poéticas.
Estamos, pues, ante un artista de mucha importancia en este discurrir felicísimo de la plástica granadina actual. Como decía Carmelo Trenado, Emilio Luis Fernández es un autor que piensa, vive y actúa en artista. Su obra manifiesta una realidad llena de matices donde todo queda supeditado a la fuerza creativa de un proceso y de su metodología.
Emilio Luis Fernández
Centro Damián Bayón
SANTA FE
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