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Hacia el reencuentro

Textos vivos | Crítica

La Biblioteca del Exilio de Renacimiento acoge una valiosa recopilación, editada por Manuel Aznar Soler, de los escritos de José-Carlos Mainer sobre los autores de la España transterrada

José-Carlos Mainer (Zaragoza, 1944).

La ficha

Textos vivos. Notas de un reencuentro. José-Carlos Mainer. Edición de Manuel Aznar Soler. Renacimiento. Sevilla, 2025. 420 páginas. 29,90 euros

Hasta bien entrados los años sesenta, escribe José-Carlos Mainer en la breve nota que abre estos Textos vivos, la literatura del exilio era un ámbito ajeno a las universidades españolas. El joven estudiante zaragozano había iniciado la licenciatura de Filología Románica a comienzos de esa década –en Barcelona, donde ejercería por un tiempo la docencia– y recuerda cómo un cuarto de siglo después del final de la Guerra Civil la obra de los exiliados seguía brillando por su ausencia. Ese vacío, prolongado durante el periodo que el propio Mainer llamaría de la “filología en el purgatorio”, se debía a la censura franquista, por supuesto, encubierta por el inveterado prejuicio del mundo académico hacia los autores contemporáneos. La recepción y crítica de esas novedades que no tenían distribución en España, salvo en las trastiendas de los libreros que las importaban, era más que problemática, pero poco a poco fueron abriéndose paso gracias a estudiosos como Mainer que mostraron un temprano interés por esta parte entonces silenciada de la literatura española. Bajo el título de Textos vivos se presenta una selección de sus escritos sobre los autores del exilio republicano, que testimonian su condición de autoridad en el estudio de la obra de Francisco Ayala, Max Aub y Ramón J. Sender, pero incluyen a otros muchos nombres de la constelación –Pedro Salinas, Manuel Azaña, Juan Ramón Jiménez, Américo Castro, Jorge Guillén, María Teresa León o Luis Buñuel– y dan fe de una atención general y sostenida.

La edición reúne casi treinta piezas entre el más de centenar que se relacionan en la bibliografía

Al cuidado de Manuel Aznar Soler, la edición lleva el benemérito sello de la Biblioteca del Exilio de Renacimiento y reúne casi treinta piezas publicadas desde 1965, artículos, ensayos, prólogos o reseñas escogidos entre el más de centenar que se relacionan en la bibliografía final. La mayor parte de los publicados en la primera época, hasta 1975, apareció en Ínsula que era en esa época una de las cabeceras más reconocidas y prestigiosas, lo que no impidió que abriera sus páginas a un joven investigador –Mainer tenía veinte años cuando reseñó De este mundo y del otro (1963) de Ayala, su primera colaboración en la revista, aunque la más antigua que aquí se reproduce, del mismo año 65, trata sobre las memorias de Corpus Barga– que tenía por maestros a referentes de la filología hispánica como Blecua Teijeiro, Francisco Rico o Martín de Riquer. El mismo Aznar Soler, fundador del Grupo de Estudios sobre el Exilio Literario y director literario de la Biblioteca, incluye en el volumen un estudio sobre esas colaboraciones en Ínsula donde describe el contexto en el que aparecieron, a lo largo de la última década de la dictadura. Los exiliados republicanos eran eufemísticamente aludidos como emigrados o españoles fuera de España y su obra, mal conocida, empezó a asomar en los trabajos pioneros de Domingo Pérez Minik, José Ramón Marra-López, Eugenio de Nora, Juan Luis Alborg o Rafael Conte, que hablaría de una “operación retorno”. La revista ejercía de puente entre los escritores del interior y los transterrados, a través de los cuales ejerció Mainer su “revocación personal del franquismo”.

La sostenida atención a la literatura del exilio tiene un indudable componente cívico

Su labor en este terreno tiene por ello un indudable componente cívico, en tanto que está guiada por el deseo de contribuir a la normalización y el reencuentro, para superar la doble brecha de la guerra y la diáspora y restituir a los escritores en muchos casos desatendidos u olvidados –se trataba de recobrar una “tradición perdida”, sobre todo en los años de la dictadura– en la gran corriente de la literatura española. Incluso en sus artículos de juventud o relativamente circunstanciales, aunque todos sean valiosos, encontramos siempre en Mainer a un excelente filólogo que ejerce, además, como crítico de la cultura, aunando el análisis de las obras y de los contextos, de un modo abarcador que supera las fronteras de su disciplina. Ese ir más allá de los datos para interpretarlos, aportando claves sociológicas y razonados juicios de valor, es lo que diferencia y enaltece sus aportaciones, caracterizadas por el rigor, la claridad y una cualidad ensayística que ha conseguido que sus trabajos trasciendan los muros de la academia.

Maestro Mainer

Este año se ha cumplido medio siglo desde la publicación original de uno de los grandes libros de José-Carlos Mainer, La Edad de Plata, obra fundacional con la que acuñó una expresión que hizo fortuna para designar el primer tercio largo de la literatura española del siglo XX, y no sólo de la literatura. En su primera edición (Libros de la Frontera, 1975), el “ensayo de interpretación de un proceso cultural” llegaba hasta 1931, pero el estudioso aragonés amplió el periodo en la segunda (Cátedra, 1980) y mantiene en la tercera (Taurus, 2025) las fechas ya definitivas: 1902-1939. Jordi Gracia y Domingo Ródenas, a los que Mainer confió el análisis de la época posterior al final de la Guerra Civil –correspondiente a la Derrota y restitución de la modernidad– en su Historia de la literatura española, explican en el epílogo de la nueva edición de La Edad de Plata las novedosas y fecundas direcciones que abrió esta magna obra. De 2011 data el libro de homenaje Para Mainer de sus amigos y compañeros de viaje, publicado por La Veleta con motivo de una jubilación que no implicó retirada y del que está tomada la semblanza incluida por Aznar Soler en el epílogo de Textos vivos. Más reciente es el que le ha tributado la revista Ínsula (octubre de 2024) después de seis décadas de colaboración, un monográfico coordinado por Gracia y Ródenas que destaca con razón la “ejemplaridad intelectual” del maestro.

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