Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Los dioses suelen jactarse de controlar a los humanos. Igual que los virus. Vaya navidades que nos están dando. Sin suerte en el gordo y en tiempos de vacas flacas se nos queda cara de pestiño jerezano y se deben estar riendo a todo plan instalados en sus poltronas.

Hace ya más de veinte siglos mandaron a una estrella a alguna aldea de oriente medio con el fin de señalar buenas nuevas, aunque no sabemos, a ciencia cierta, cómo se tomarían los aldeanos lo de tener en el horizonte de sus miradas un asteroide especialmente iluminado. Pero al menos era natural. Tenía cierta gracia y han entretenido al personal muchos siglos.

Las estrellas de hoy en día son de Michelín, de bombillas LED o tienen el significado de encontrarnos estrellados al menos por variantes víricas. Ni entretienen ni son bienvenidas. Al contrario, demasiado artificiales. Son motivos que se nos ofrecen a modo de caramelos envenenados. No en vano, las plagas de hace veinte siglos que asolaban a judíos, egipcios e israelitas se aceptaban de manera estoica por el pueblo hasta el punto de darle un significado tan especial que acababan haciendo historia eterna para las civilizaciones. Las de la Edad Media llegaron a asolar pueblos y países. Las del siglo pasado estuvieron encaminadas a inventar vacunas.

Hoy en día, el tema de la pandemia tiene tal recorrido que es muy difícil no pensar que también sea cosas de los dioses que, imbuidos de majestuosidad, manden ciertas penas a los terrícolas con el fin de saber el nivel de aguante y de respuesta que estén alcanzando. No son estrellas pero ciegan.

No son zambombas, pero ponen calienten. Ni siquiera cumplen con criterios navideños pero ponen en guardia las ilusiones. Más aún cuando en el solsticio de invierno todos queremos celebrar algo. Aunque sea la Navidad de la ómicron.

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