Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Análisis

pepe soto

Santiago y La Plazuela se dan la mano

En este tiempo de mucho ruido y pocas nueces, del excesivo uso de la tecnología y de tan escasa emoción, de tanto 'producto' cultural y tan poca enjundia, surge de vez en cuando una luz en el desierto, un pellizco. Me refiero al espectáculo 'De la bodega a Belén' que han protagonizado estos días Jesús Méndez y La Macanita, acompañados al piano por la Reina Gitana, las guitarras de Miguel Salado y Manuel Valencia, la percusión de Carlos Merino y el coro de Los Makarines.

Ellos no pueden mirar para otro lado y crear juntos algo insustancial, porque no sabrían hacerlo. Han mamado de la fuente de los dos barrios señeros gitanos de Jerez: La Plazuela y Santiago. Tienen en su sangre y en su recuerdo el eco festero y la jondura sobrenatural de La Paquera. ¿Para cuándo una ruta guiada por estos dos símbolos de nuestra cultura más ancestral?

Yo tuve el privilegio de nacer en uno de esos barrios, en el Callejón de Asta, junto al cine Santiago. Pero he tenido la desgracia de no heredar el más mínimo sentido de la gracia y el compás. Recuerdo fugazmente el patio de la casa de vecinos, allí donde dicen nacieron nuestras zambombas, las de verdad, entre tanta penuria y escasez, quizás como terapia para afrontar la vida y poder celebrar algo. En esa casa vivía Tomás Soto Lahera 'Torrito', que llevaba el compás en su ADN. El y mi madre me contaron cómo eran esas zambombas.

Yo creo, modestamente, que estamos necesitados de emociones, de algo que nos sobrecoja el corazón y nos ponga el alma en vilo, que nos agite. Y los ecos gitanos, profundos, desgarradores de Jesús Méndez y La Macanita nos recuerdan ese territorio mítico de nuestra infancia, esos patios de vecinos, esa verdad hecha con tanto amor y tan pocos ingredientes.

El arte, y el flamenco en particular, tiene esa rara y escasa capacidad de hacernos mejores, de mirarnos en nuestros adentros, de recorrer nuestro paisaje más íntimo y emocionante, más vital.

En algún rescoldo de mi memoria resuenan los ecos lejanos de esos villancicos en ese patio de vecinos de mi infancia. Sí, son ellos, Jesús Méndez y La Macanita traen recuerdos de antaño, verdad hecha cante, aromas de cisco y picón en las frías noches de diciembre. Revivir tu infancia es lo más parecido a ser feliz por un instante, el tiempo detenido en un cante por bulerías. He derramado una lágrima esta noche recordando mi infancia y a mis seres queridos, ¿cómo puede el flamenco de verdad sobrecogernos tanto?

Santiago y La Plazuela se dan la mano en este espectáculo, dos formas sutiles de entender el cante, pero un solo corazón en el escenario.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios