Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Este año vuelvo al gimnasio. Intentaré combinar las horas de bodycombat con algo de spinning y natación. Este año leeré a los grandes. García Márquez, Shakespeare, Wilde, Dickens, Austen, Cervantes, Cortázar... Un clásico (o dos) por mes. Este año dejaré de fumar, aunque luego sólo me limite a dejar de comparar tabaco y termine gorroneando de las cajetillas de mis amables compañeros. Puede que me apunte a un curso de guitarra, a dos de papiroflexia y me matricule en la Universidad a distancia para estudiar Historia del Arte. Iré al cine una vez a la semana, al teatro una vez al mes y regalaré cosas prácticas en lugar de chorradas. El cambio de año -este año hasta de década- bien merece todos nuestros sacrificios. Que pongamos todo nuestro empeño en cumplir esos objetivos que marcamos en rojo cada Nochevieja.

Desde que el mundo es mundo, el ser humano se ha ido acostumbrando a funcionar por metas u objetivos. Plantearse obstáculos para luego sortearlos es una buena forma de engordar los aveces raquíticos estados de ánimos. Con los cambios de etapa, véase la vuelta al cole y la entrada en un nuevo años, esos objetivos -o propósitos- alcanzan unas dimensiones estratosféricas y siempre terminan siendo papel mojado. Como en la fábula de la liebre y la tortuga, nuestras altas expectativas y nuestra generosa confianza en nosotros mismos hacen que, un año más, nuestros propósitos caigan en saco roto. Por eso hay que ser tortugas, la nueva década nos tiene que dejar serlo. Que nuestros objetivos y propósitos parezcan simples y pequeños pero que su simpleza no nos impida ver el verdadero esfuerzo que nos supondrá llegar a la meta. Porque es muy fácil proponerse no discutir con la familia, dar siempre los buenos días o no imponer nuestro criterio ante opiniones que son divergentes a la nuestra. La tolerancia, el respeto, las muestras de cariño y el saber priorizar parecen objetivos vacíos ante la posibilidad de ser Albert Einstein en el cuerpo de Arnold Schwarzenegger. Por eso ir al gimnasio y leer a los grandes encabezan nuestras listas de propósitos y ser generosos o pensar antes de hablar nos parecen objetivos vacuos. Por eso siempre somos liebres aunque en el fondo todos necesitemos ser tortugas.

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