La Cartuja, patrimonio cultural
Un creyente ante la inmigración
Los obispos la Conferencia Episcopal estadounidense han lanzado de una campaña sobre los derechos de los inmigrantes aplicable no solo a la América de Trump, sino a toda la Comunidad Internacional, creyente o no creyente. Mas allá del derecho de cada Estado a organizar sus flujos migratorios y aplicar las leyes que estime convenientes- gusten más o menos- el límite moralmente aceptable es el del respeto a la dignidad de la persona. Y es que estos hombres, mujeres y niños que huyen de sus países buscando mejores oportunidades, antes que inmigrantes -que no deja de ser una cualidad de su contexto- son personas; para los creyentes hermanos, para los no creyentes, un prójimo, un igual, un ser humano.
La lógica política de estos tiempos aborda esta cuestión compleja entre un buenismo idiota y la criminalización injusta de todos los inmigrantes. Ni el Occidente rico y hedonista tiene recursos ilimitados como pretenden algunos, ni podemos cerrar las puertas pensando que los inmigrantes vienen a quitarnos la paz, el trabajo o las oportunidades. No creo que sea la cualidad de extranjero lo que moleste, sino la condición de vulnerabilidad con la que llegan, la pobreza material pero tambien la cultural de quien arriba a un mundo que le es ajeno pero donde al menos se sienten relativamente seguros. Que difícil es ponerse en su piel desde nuestra condición de ciudadanos. Los creyentes no deben ver en el inmigrante una amenaza sino una oportunidad de hacer de buen samaritano; ni pensar en la pobreza en tercera persona, cuando nosotros, llenos de todo, somos con frecuencia, más pobres que ellos.
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