El parqué
Jornada de caídas
A contraluz
Uno de los problemas más latentes del sistema representativo español es el escaso margen que tienen los diputados a tener criterio propio y votar -llegado el momento- algo diferente a lo que te manda el partido. Siendo esto de lo más normal en otros países, en España ignorar la partitocracia te convierte ipso facto en un tránsfuga. Si de lo que se trata es de pulsar el botón señalado desde el escaño, tener lealtad ciega al jefe de tu tribu y no contravenir el dogma de la disciplina de partido, podríamos ahorrarnos multitud de sueldos. Asignémosle a cada uno su cuota parte de botones según sus votos populares y que todos los pulse el jefe. Ruego disculpen la ironía. Los diputados Sayas y Garcia Adanero- de Navarra Suma, no de UPN- no tragaron el jueves pasado con la orden dada por Esparza, mandamás de la banda: votaron no a la reforma laboral sin atender a la obediencia debida y acogiéndose a la desobediencia necesaria. Los van a expulsar. A los que pactaron el sí a una ley a cambio de no reprobar a un alcalde y por un camión de billetes -unidad de medida del precio del apoyo parlamentario- no se los cuestiona; más bien al contrario, se presentan como ofendidos. El mundo al revés. El contenido de la ley parece ser lo de menos, lo que tiene un precio es su apoyo. Sayas y Adanero son tachados de maleantes mientras que UPN se queja de que la indisciplina les provoca una imagen de nula credibilidad. La que se merecen. Sin conocer todas las tripas de esta historia y haciendo un acto de Fe, me fío más de los diputados que han dado estos años más de una lección de dignidad desde la Tribuna del Parlamento en contra del nacionalismo, de la bonita amistad entre socialistas y proetarras y de la persistente voluntad de muchos de colocar fuera de la democracia todo lo que quede al margen de la izquierda de este País.
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