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Análisis

Fernando Taboada

A la feria con...Carles Puigdemont

No hace falta haber visto muchas películas de espionaje para entenderlo. Si alguien más bien calvo pretende cruzar la frontera de manera clandestina, ¿qué es lo que hace? Pues se pone una peluca, que es lo que hizo Santiago Carrillo en su momento. Pero si la persona en cuestión no tiene ningún problema de alopecia, sino todo lo contrario, y es propietario de un pelazo que le ha dado fama internacional, ¿qué tendrá que hacer para colarse en España sin levantar sospechas? Lógicamente tendrá que hacer lo que ha hecho Puigdemont para venir a la Feria: raparse al cero.

Si le habrá salido bien la jugada que, aun perdiendo parte de su personalidad, gracias a ese truco tan tontorrón, se ha permitido el lujo de burlar todos los controles, ha podido echar una tarde entera sentado en la caseta de la Amargura tan ricamente viendo pasar al personal; se ha paseado en un coche de caballos como si fuera el conde de Figuerola; y para que luego digan que menudo tío más soso está hecho, se ha hartado de bailar en el templete municipal delante de las cámaras de la tele sin que nadie se coscara de que ese señor con tanto arte, capaz de cruzarse en las sevillanas poniendo la rodilla en tierra, y que no ha dejado de decir piropos a las señoras, pudiera ser el célebre líder del independentismo catalán.

Rapado, sí, como un monje shaolin, y con unas gafas de sol enormes, que yo creo que se las habrá prestado Elton John. En un principio se iba a poner un traje de flamenca para pasar completamente inadvertido, pero le apretaba un poco la sisa y tampoco le acababa de convencer la idea de aspirar algún día a ser investido presidente de la Generalitat, que es un cargo de mucho postín, después de haber salido a la calle como si acabara de actuar en el Teatro Chino de Manolita Chen.

Lo que no sé ya es si se quedará para el fin de semana, que torea Morante, o tirará para la zona esa de Bélgica donde tiene tantos amigos y donde, aunque no se cante igual que en la Peña la Bulería, por lo menos hay flamencos. Ya les contaré.

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