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Análisis

José Enrique Gallardo Monje

La llave del firmamento

Cuentan las musas del que escribe, esas musas que corren por las venas y que tienen la inevitable habilidad de vivir entre dos mundos, que hay un firmamento más allá de los astros. Que sirve de telón a las estrellas y que adorna el dintel de la Gloria eterna.

La llave que abre las puertas del firmamento existe desde el principio de los tiempos. Ahí están los Santos Evangelios que lo anuncian. Pero como en este mundo existen multitudes de mundos, de formas, de maneras y de lenguajes para anunciarlo, la llave fue revelada por esas musas a un Gallardo de luz, pero también de sombras, a través de una plegaria. La genialidad es eso, o todo o nada, lo normal es insípido y, además, es aburrido. A veces Dios se revela a través de esa genialidad de claros y oscuros. Ese pellizco y ese escalofrío de esos artistas perfectamente imperfectos, ¿Quién no lo ha sentido?

El dueño de esa llave, no es de ningún lugar pero a la vez lo es de todos, aunque quiso mostrarse de una manera especial en el Barrio de Santiago, en Jerez. Es la imagen bendita del Señor que nos habla a través de sus manos y de su mirada cristalina. El Señor que nos dice:

- ¨Mírame, aquí está la llave del firmamento, entre mis manos, o la tomas o la dejas, eres libre. Te quiero, decidas lo que decidas¨.

Y tenemos la osadía y la insensatez de negarlo, una y otra vez, con nuestras obras a través de nuestra ignorancia infinita. Pero también, una y otra vez, estará ahí el Cordero Divino de las manos amarradas dispuesto a perdonarnos porque quiere que traspasemos con Él las puertas de ese firmamento de terciopelo rojo y estrellas blancas.

Ese firmamento que queremos traspasar todos y al que marchan nuestros seres queridos, aquellos seres que nos han enseñado a querer al Prendimiento. Al Prendimiento de nuestro barrio, de nuestras costumbres, de nuestra manera vivir la vida, de nuestra cultura, ¨la cultura de la sangre¨, tal y como la llamó Federico García Lorca. Al Prendimiento de nuestras luces y nuestras sombras. Porque, al fin y al cabo, el Prendimiento son las personas que ya traspasaron el firmamento y los que aun estamos aquí.

Cuentan que el Prendimiento dejó a buen recaudo la llave del firmamento a San Pedro pero, en la Gloria del firmamento, San Pedro a veces le cede la llave a un Pedro de sonrisa picarona y barbas. Claro, hasta que el Señor lo ve y manda a este ¨Periquín¨ para adentro con su guitarra, siendo el dueño supremo del alzapua celestial. Dentro, hay un rincón de color ¨morao¨, pero morao con remates de oro, del ángel más especial y más artista de cuantos existen en la Gloria Santiaguera, donde nuestro ángel predilecto, ¨Moraito¨, le toca la guitarra al Prendimiento desde un trono repujado de nobleza, compás y gitanería.

Allí, tras las puertas del firmamento, está formada la fiesta eterna de Tío José de Paula, Terremoto (padre e hijo), Tío Sordera, María Bala, el Guapo, Fernando y Curro de la Morena, Luis de la Pica y Tía Anica. Donde Juan y Manuel Parrilla acompañan, mientras Tía Juana dibuja mariposas con sus manos. El ángel Manuel Soto Barea, el Bó, dirige la filarmónica gloriosa y hay un ruiseñor canastero, José Monje Cruz, que se ganó el firmamento. Picoco y Diego Pantoja son los ángeles custodios de la gracia y un Juan Grande de pinceles celestiales pinta las escenas costumbristas de esta Gloria por las paredes del firmamento, cuando la tarde se viste de corinto.

Hay una torre de alondras y ruiseñores, que no hay viento que la derribe, desde la que Papá Antonio, Antonio Gallardo Molina, recita versos perfumados de azahar entre flores y entre palmas, mientras besa esas dos manos cruzadas.

Están todos esos hombres mayores y elegantes, todos esos ¨Titos y Tatos¨, a los que llamamos cariñosamente, que nos criaron en la idiosincrasia de lo genial y lo distinto, en la educación y el paladar. Están mis ¨Macarras¨: Tío Manuel, Papá Enrique, Tío Pepe Luis, y Tío Tomás. Y también mis ¨Rincones¨, Tío Rebeco, Tío Fernando, Tío Joaquín y Tío Juanito. Eso en los míos, pero que sepáis también que están los que han marchado de ustedes, junto a ellos.

También, por supuesto, en ese firmamento glorioso, están esas mujeres, esas tatas, esas abuelas de nosotros. Las que mandan en nuestras casas. Esas señoras de ¨roete¨ inconfundible, denominación de origen. Salvaora, que marchó hace poco. Tata Dolores ¨Chicharrona¨, se que estás en el firmamento de terciopelo rojo, con el rojo de tus labios a juego, ¡guapa! Tata Teora, un beso de tu ¨macarrita¨. Tía Fernanda, imagino que el Señor se reirá contigo, pero lo que si se es que estás descansando con tu hijo Fernando. Tía Antonia, Tía Tomasa, Tía Tere, Tía Paula, la Gloria es de ustedes. Mamá Rosario, me cuentan las musas que tuyo es el mejor lugar, por santa y por buena. En el jardín de los mil colores, Tomasa Monje Gatica, sigue con sus veinte tres primaveras de belleza eterna. Todas las mías y las de ustedes, están allí, entre océanos de coral de la Virgen a quien no se llama por María, se le dice a compás de bulería, “Desamparo, sentrañas, Desamparo…”.

En el firmamento están los propios de nuestra Hermandad que ya marcharon. Tío Realo camina entre verdes olivares. Ahora es el Prendimiento quien guía los pasos de Cantarote. D. Pedro Domecq transita a través de un joyero de terciopelo rojo e hilos dorados. Ángel Espejo viste elegante terno negro de capataz. Pepe Caballero sigue revestido con su túnica roja y blanca. Javier Pedro está delante de la cruz que guía los caminos del firmamento. Dominguito es un ángel juguetón de eterna sonrisa. Eloy Selma, vestido de costalero. Y tantos, y tantos otros que ya marcharon.

Cada Miércoles Santo, el firmamento baja a Santiago para hacerse presente a través de nuestra cofradía y nuestro barrio, desde la Cruz de Guía, hasta la última tulipa del los candelabros del palio. Por una jornada, desaparecen nuestras sombras para dar paso a la luz. Esa luz que irradian las manos y la mirada del Prendimiento. Pero más allá del Miércoles Santo, hay un horizonte de paz y fraternidad que a todos nos está esperando.

Ábranse pues las puertas del firmamento para que todos esos ángeles vengan con nosotros a dar testimonio de vida y de fe.

Oye venga ¡Qué nos vamos!

Alegrad los corazones.

Que nos sobran las razones

y es mucho lo que esperamos. Vamos montando los tramos

con la llave del encanto.

La de la sangre en el manto

y delante el Prendimiento.

Esa que abre el firmamento

todos los Miércoles Santos.

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