cOINCIDIENDO con la publicación del informe sobre los conocimientos de nuestra población de hasta 65 años, se ha aprobado la nueva ley de educación. Una ley, que al igual que las anteriores, obedece a la ideología de quien gobierna y no al interés por el futuro de nuestros estudiantes. Así nos ha ido, nos va y nos seguirá yendo. Dicen que somos de los que peor formación tienen de toda Europa. La culpa puede ser de dos cosas: de las leyes de educación anteriores que tampoco miraban por nuestro futuro, o de la narcotización a que algunas cadenas televisivas someten a las mentes de muchos españoles a diario. Viendo a algunos personajes famosos, de los que ganan mucho dinero, uno se pregunta si lo que hay que hacer es estudiar o tener un lío con un famoso o famosa. Además, con un millón seiscientos mil parados con más de 45 años condenados al olvido y el ostracismo, quien se va a atrever a cambiar la parrilla televisiva y pedirles que se sigan formando y reciclando. Mejor amodorrados que no pensando. Mi amigo cree que ahora deberían hacer el estudio en mayores de 65 años. A ver si en toda Europa o el mundo hay quien gane a esas personas mayores que no tuvieron la oportunidad de estudiar, pero que con una pensión ridícula hacen frente cada mes a un recibo del agua donde lo que menos se paga es de consumo de agua. O a ese recibo de la luz que no tiene narices de entender ni un doctorado con dos masteres. En algunos casos hasta les alcanza para pagar la renta de la casa, aunque sea pequeña. Pero lo mejor es que, en estos tiempos, de esa pensión también comen los hijos y nietos y es el sostén de la familia. Anda, a ver si nos ganan en eso, en hacer cuentas, pero de las de verdad, no en una libretita. Si uno de estos mayores fuera ministro de economía ya nos iría de otra manera. Claro que si lo que pretenden es que entendamos a Toromón, joé con la dislexia, quería decir Montoro, cuando dice que los sueldos no han bajado (aaaggg), sino que las subidas de salario se han moderado (será el suyo), entonces sí, en ese caso la mayoría seremos… ¡analfabetos!