Seguimos retrocediendo en el tiempo por la historia de la arquitectura jerezana y nos topamos con Bartolomé Sánchez. Su nombre ha estado mucho tiempo oscurecido por la fama de otro arquitecto local de su época, Andrés de Ribera, a quien incluso se le ha llegado a identificar de manera errónea como autor de alguna obra que hoy sabemos que en realidad fue ideada por el propio Sánchez. Es el caso de la iglesia del Espíritu Santo. Su intervención en este edificio renacentista fue documentada por Manuel Romero Bejarano, al que debemos valiosos datos sobre este maestro, información que permite situarlo en una buena posición entre los arquitectos andaluces del último tercio del siglo XVI. La iglesia del extinguido cenobio de monjas dominicas, que estaba construido en 1577, constituye, desde luego, un cuidado ejemplar de un Renacimiento avanzado. Su decoración, con notas manieristas, está delicadamente tallada en piedra sobre su portada y alcanza cierta personalidad en su interior, en sus bóvedas baídas y el llamativo ábside semicircular acabado en concha. La comprobación de su autoría sobre esta obra hace que veamos con otros ojos su participación sobre otra creación antológica del arte renacentista jerezano, el Cabildo. En la fachada aparece grabado, junto a la fecha de 1575, su nombre, al igual que los del citado Ribera y de Diego Martín de la Oliva. Son los artífices de esta célebre casa consistorial, cuya exquisita ornamentación exterior parece muy probable que saliera de la refinada inventiva de Sánchez. Pero no son sus únicos trabajos conocidos. Para el convento de Santo Domingo trazó el refectorio y la ahora capilla de la Virgen del Rocío. Todo ello está vinculado al templo del Espíritu Santo, un monumento largamente oculto. Antes por una rígida clausura, ahora por un vergonzoso abandono que nadie parece querer remediar.

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