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Caballo de Troya

Cuando Sánchez acierta hay que reconocéselo y acierta cuando advierte que viene la derecha

La verdad -la diga Agamenón o su porquero- es la verdad. Pedro Sánchez ha alertado, desde el Congreso, de que la derecha está marcando el discurso político y sin necesidad de tener representación parlamentaria (Sánchez sabe que el PP es otra cosa, igual que Ciudadanos). Pero ahora la derecha sí se ha colado en la política española como un caballo de Troya, dice él, a lo Casandra; aunque guiñando un ojo malévolo al caballo de Abascal y otro quizá (dependiendo de si alguien le ha escrito el discurso) al legendario caballo de Pavía.

Con todo, el Parlamento sólo es un reflejo. Lo serio es la sociedad. Preguntado por Miklos Lukacs sobre qué es ser conservador, Roger Scruton ha contestado: «Lo que la gente naturalmente es». Es ampliación, más que eco, de la primera ley de Conquest: «Todo el mundo es de derechas en los asuntos que conoce de primera mano».

Por eso se preocupa Sánchez. Sabe o presiente que si caen los diques de lo políticamente correcto y de las etiquetas infamantes, la gente empezará a decir lo que piensa de verdad. Si desconfían de mí, agucen ustedes el oído. ¿Cuántos dicen ya: «No estoy de acuerdo con Vox, no, aunque en esto o aquello tal vez llevan razón…»? Esto o aquello es la necesidad de recuperar la igualdad ante el Derecho entre sexos; el hartazgo de una ley de memoria histórica que dicta qué tenemos que recordar, cómo, cuándo y por qué; la caza; los toros o el amor a nuestro país.

Si se aplicase la segunda ley de Conquest, el fenómeno sería reversible a fuerza de medios de comunicación. Esa segunda ley reza: «Toda organización que no sea explícitamente de derechas se vuelve, antes o después, de izquierdas». Pero ahora hay una organización y, sobre todo, cada vez más gente que está diciendo directamente que es de derechas o a la que ya le da igual que se lo digan. O sea, que la primera ley está en plena ebullición y la segunda de capa caída.

De remate, algo que pasa desapercibido pero es importantísimo: entre los intelectuales la cosa ha cambiado. Gregorio Luri, por poner un ejemplo explícito, acaba de publicar La imaginación conservadora (Ariel, 2019), ensayo vibrante donde se permite reivindicar a la Escuela de Salamanca, a Saavedra Fajardo, a Balmes, a Donoso Cortés, a Menéndez Pelayo, a Maeztu y a Vázquez de Mella, además de al sentido común, incluso. Pedro Sánchez, como político, psch, pero como profeta, ojo, que tiene visión de la jugada.

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