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DE POCO UN TODO

Enrique / García-Máiquez

Crisis y pereza

SOY un articulista lento. Muy lento para las exigencias del género, que es -como salta a la vista- más los 50 metros vallas que un maratón, tal la novela. En consecuencia, me conviene mucho tener el artículo listo dos días antes, para repasarlo con calma. Sin embargo, desde que la crisis ha perdido los nervios, tiendo a dejarlo para un rato antes de mi hora de entrega, no vaya en el ínterin a hundirse el euro o nos intervengan o nacionalicen otra caja o el Íbex acabe como el lince, en peligro de extinción.

Hay algo embriagador en vivir, en plan periodista de raza, al filo de la noticia o, mejor dicho, al borde del precipicio; pero en el fondo no es sino una excusa perfecta para dar rienda suelta a mi desbocada procrastinación, esto es, a mi inclinación a dejarlo todo para mañana, cuando no quede más remedio que hacerlo de prisa y corriendo, porque ya no llego, ay, no llego… Dante, en el vestíbulo del Infierno, pone a los indolentes a correr como locos. ¿Para aplicarles la ley del contrapasso, su característico castigo con lo contrario de cada pecado, o para describirlos? La pereza siempre se precipita, al final, y persigue siempre lo suyo, que es pararse. Por eso se lanza ahora en plancha a aprovechar la cobertura única que le brinda la crisis.

Si sólo fuese una anécdota puntual (impuntual, en mi caso), no le dedicaría un artículo, pero mucho me temo que es mal de muchos. La sensación de inminencia de una catástrofe, la precariedad laboral, lo amenazados que vemos nuestros puestos de trabajo y no digamos ya sus condiciones, y el desconcierto generalizado no ayudan nada a la concentración, a la planificación, a la seriedad ni a la serenidad. Es lógico, pero lo que no podemos permitir es que la pereza aproveche el río revuelto para escurrir el bulto viendo telediarios a todas horas o charlando de macroeconomía en el bar.

Estaríamos en un círculo vicioso, quizá el único que nos faltaba, porque si algo nos va a sacar de esta crisis será el trabajo bien hecho, serio, gustoso, cuanto mejor, mejor. Aprovechar la prima de riesgo para hacer el primo y no hacer primero lo nuestro sí que es un riesgo.

En un pasaje apocalíptico de los Evangelios se nos cuenta que la gran sorpresa, la traca final, sorprenderá a unos trabajando en el campo y a otros moliendo en el molino. Siempre pensé que con aquello se nos pretendía mostrar la impredecibilidad del acontecimiento. Ahora caigo que también se nos daba una lección moral. La crisis es una desgracia -espero que aún no apocalíptica-, pero todavía es peor para nosotros si no cogemos nuestro arado o le damos al molino o lo que toque.

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