Programación Guía de la Feria de Jerez 2024

Cuando los hebreos huían de Egipto, hubo un intento de rebelión contra Moisés. Había quien pensaba que en Egipto tenían comida y techo, aunque miserables; siguiendo a Moisés no sabían a dónde iban, la comida escaseaba y tenían que dormir al sereno o en frágiles tiendas. También le pasó a Colón en su primer viaje: parte de la tripulación quería dar la vuelta y volver a casa pues las Indias no aparecían. Y a Magallanes. En el fondo, miedo a lo desconocido. Falta de fe en la ruta trazada. Es aquello tan destructivo de "más vale malo conocido…"

Algo parecido pasa con las medidas contra la Covid-19. Al principio muchos pensaban que esto era cosa de quince días -unas vacaciones- y ya llevamos un mes… y lo que falta. Cuando se decidió suprimir la actividad no esencial, los de siempre se pusieron muy nerviosos porque "la economía no puede parar". Y esa presión, sorda y gritona a la vez, ha conseguido que el gobierno autorice la reapertura de muchas empresas; algunas no han esperado ni a que acabe la Semana Santa. Estamos volviendo hacia Egipto, no dejamos que culminen los efectos del confinamiento generalizado ni esperamos a que haya una cura eficaz. Y todo envuelto en una notable contradicción: pedimos a la gente que se quede en casa, incluso que deje los zapatos fuera y, por otro, permitimos que se junten en una cadena de montaje o en el transporte público.

Algunos expertos, incluso de la OMS, creen que es demasiado pronto. Una vez más, en lugar de poner la economía al servicio de la gente, lo hacemos al revés. Como si un estado mayor de la Gran Guerra calculase fríamente el número de bajas aceptable para tomar una determinada cota. Olvidando que lo más importante que tenemos es la vida. Que sin vida no hay economía… Qué mal.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios