La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Despropósitos con propósito

Lo que está pasando obedece a un propósito nacido del pacto firmado en Cataluña para aislar al PP en España

Todo esto que escandaliza a las almas cándidas e indigna a muchos demócratas a derecha e izquierda (los indultos, la reforma de la sedición, la amnistía, la humillación del Estado ante Puigdemont, los pactos preferentes con los enemigos de España, la entrega del Ayuntamiento de Pamplona) no son despropósitos improvisados. Aunque han sido definidos y concretados en función de las circunstancias y coyunturas, obedecen a un propósito y a una estrategia.

Curiosamente, su origen es catalán. Se gestó en Cataluña, en diciembre de 2003, cuando Pasqual Maragall –antes catalán que socialista– firmó con el serio Joan Saura (IU) y el chufla Carod-Rovira (ERC) un acuerdo para hacerse con la presidencia de la Generalitat desalojando a la derecha nacionalista (CiU), que había obtenido la mayoría relativa de los escaños en el Parlament. El Pacto del Tinell.

Lo más sustancioso no estaba en el texto del pacto, sino en el anexo: los firmantes se comprometieron a no alcanzar jamás acuerdos de gobierno ni de investidura con el Partido Popular. Ni en Cataluña ni en España (a nivel del Estado, dirían más bien). Después Zapatero ganó las elecciones generales y se comprometió frívolamente a respetar punto por punto el nuevo Estatuto de Autonomía tal y como saliera aprobado del Parlamento catalán. Obviando que el texto tendría que pasar por el Congreso y revisarse por el Tribunal Constitucional. Cuando el Congreso lo recortó y el TC rechazó unos cuantos artículo que abrirían paso al independentismo, ya era tarde: el independentismo se había venido arriba y ya no paró. Así llegamos al referéndum ilegal y la tragicómica declaración de independencia.

Todo era por una estrategia de Zapatero, dedicado a construir una mayoría política duradera y alternativa a la derecha, fueran quienes fueran los aliados y costasen lo que costasen las sucesivas alianzas. Llevar el Pacto del Tinell a sus últimas consecuencias. Hacer lo que hiciera falta para que el PP no vuelva a gobernar España. No acabó la faena ZP porque la crisis que no vio fue pavorosa y le convirtió en el único presidente que ha bajado las pensiones.

El designio de arrinconar a la derecha por muchos años –ayudado por la tremenda corrupción del PP– lo culmina un personaje singular, Pedro Sánchez, carismático y embustero, capaz de convertir al PSOE en un partido populista y aborregado, pactar con el diablo, levantar muros y sembrar crispación.

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