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Víctor J. Vázquez

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Elecciones vascas Vs. catalanas

Lejos de la hegemonía ideológica del Parlamento vasco, en Cataluña se ve la incapacidad del nacionalismo soberanista

Decía ayer con razón, Miriam Martínez-Bascurán, a propósito de la memoria democrática en Euskadi, que los dos grandes partidos nacionales, PP y PSOE, perdieron la paz por su propia negligencia. La cuestión es que no sólo es la paz lo que perdieron, sino, en sentido más amplio, perdieron también su significado político en País Vasco. Escribo sin poder conocer si es el PNV o BILDU el ganador de las elecciones, pero con la seguridad de que ambos van a acaparar dos tercios de la cámara, es decir, con la certeza de que la hegemonía nacionalista en País Vasco es incuestionable. Además del éxodo de población no nacionalista, la distensión política en Euskadi rompió la lógica de su sistema de partidos, donde el electorado nacionalista y no nacionalista apenas fluctuaba, a favor de una nueva aritmética en la que los grandes partidos españoles ocupan un lugar testimonial. Lejos de la hegemonía ideológica que se expresa en el Parlamento vasco, en el sistema de partidos catalán lo que observamos es la incapacidad del nacionalismo soberanista para romper su techo electoral. Ahora bien, en los últimos años hemos asistido a cómo en Cataluña se ha perdido no una paz sino una victoria: aquella que obtuvo nuestro orden constitucional, tras el fracaso, también electoral, del secesionismo. PP y PSOE tuvieron aquí la oportunidad de desarrollar un momento constitucional que sirviera para definir una agenda territorial común y afrontar desde un marco de lealtad mutua las medidas, entre otras las de gracia, necesarias para la normalización de Cataluña y el fortalecimiento del Estado. Nada de esto ha sucedido y los dos grandes partidos insisten en la expresión radical de sus diferencias. En todo caso, la fortaleza, primero de Ciudadanos y luego del PSC, han delimitado el campo de acción electoral del separatismo. Este hecho es determinante porque, por razones demográficas, económicas, pero también puramente políticas, un Parlament a la vasca, donde más de dos tercios de los escaños fueran nacionalistas, pondría en seria dificultad la viabilidad de nuestro actual marco constitucional. Por eso las elecciones catalanas son de excepcional importancia y por eso resulta temerario y absurdo el insistente afán de ciertos sectores del Partido Popular por computar el apoyo electoral al PSC como un apoyo más al proyecto separatista. Mas temerario podría ser, en todo caso, que el resultado electoral del PSC sea enteramente sacrificado en el altar del gobierno de Sánchez, por las exigencias de sus desleales socios parlamentarios.

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