Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Parece que se ha calmado la tonta polémica que ha ocupado, en los últimos días, la escena informativa cofradiera y hasta ciudadana y que llevaba a lo más noticiable aquello de que una determinada hermandad se sentía absolutamente menoscabada porque otra, de honda tradición, salía con una banda de música muy cerca del palio de aquella. Cada vez más el discurrir existencial de las Hermandades presenta argumentos más esquivos y poco edificantes. Si la espiritualidad y la religiosidad fuese el objetivo verdadero y principal para la inmensa mayoría de los miembros de nuestras cofradías, otro gallo cantaría. Si un nazareno o un penitente saliese a hacer su estación revestido de sentido religioso, sin otra finalidad que cumplir con las reglas y con lo que su sentimiento le mueve, le daría igual que estuviese la Banda del Empastre tocando Paquito el Chocolatero, que los bares estuviesen celebrando una zambomba, que los puestos de algodón dulce chirriaran a destiempo o que un pequeño diera la lata con una trompetita estridente. Pero como, últimamente, todo se ha desquiciado e interesa más lo que hay de canastos barrocos para abajo, lo que esconden los faldones o las letanías ripiosas de algún capataz equivocado, la verdadera dimensión de nuestras cofradías está muy en entredicho; sobre todo, para el púbico en general y para los que buscan ir contra ellas. Si un hermano sale a realizar su estación penitencial sólo preocupado porque otra banda moleste su discurrir, lo mejor es que se quede en su templo rezando, o en su casa viendo las cofradías por la tele, o contemplando la sempiterna película de los días santos. Su espiritualidad estará a salvo y, así, no tendrá problemas de conciencia. La verdad es que esto se nos va de las manos. Si una banda de música colocada en un determinado lugar provoca tanto revuelo cofradiero o un cartel, con mejor o peor factura, causa casi guerras dialécticas, algo funciona mal en el seno de nuestras corporaciones nazarenas; o mejor dicho, la estulticia entra en el precio de las papeletas de sitio.

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