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HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano /

Gobierno ejemplar

Hace varios años que un amigo nuestro, votante socialista por tradición, nos decía que el actual presidente del Gobierno sería sustituido por otro desde el propio partido. Se haría con mucho tacto para no dar la impresión de que el socialismo español se había alarmado y andaba a la gresca. Añadía que estaba dividiendo España, conduciéndola a la ruina económica y moral y arrastraría en el desastre al mismo Partido Socialista, lo que no podían consentir las personas valiosas que militaban en él, de ideas serias, modernas y realistas. Parecía razonable y albergamos cierta esperanza en el fin de la pesadilla; pero, ya ven, contra el instinto de conservación, el más fuerte de todos los instintos, no solo lo mantuvieron en el poder sino que votaron a favor de las extravagancias que se les ocurrían a él o a unos ministros, y sobre todo ministras, de escasa entidad y de nivel intelectual penoso. Dejar a España humillada y malherida no podía salirse gratis al partido que ha sostenido hasta ahora, y aún sostiene, a un jefe de gobierno que se ha revelado más tonto que otra cosa y con la audacia de los ignorantes.

De los buenos gobiernos se obtiene sosiego; de los malos, sobresaltos. Dan más que hablar éstos que aquéllos, porque los buenos apenas se notan, mientras que los malos están encima de los ciudadanos para impedirles ser libres. El mal gobernante es, en cambio, ejemplar, en el sentido de que sirve de ejemplo: pone de manifiesto lo que no se debe hacer y sirve de aviso a los sucesores. Pero también tiene su utilidad, y es que el partido que lo sostenga saldrá tan malparado que deberá punto menos que fundarse de nuevo. No debe ser sencillo gobernar una nación si no se cree en ella, ni se acaba con una nación antigua en dos legislaturas, ni siquiera con una falsa nación, como la vasca, aunque sea más fácil. Los españoles les agradecerán a los socialistas el que hayan acabado con el socialismo nostálgico de un pasado que nunca existió.

El socialismo español ha quedado advertido para huir de frivolidades una temporada. Los pequeños grupos partidarios de novelerías, organizados y gritones, no tienen más razón ni representan el sentir de la inmensa mayoría. La democracia tiene esa servidumbre y debemos contar con ella sin que nos nuble la realidad. Volverá un partido socialista reconstituido, realista y moderno, alejado de la aventura de entregar España a irresponsables y analfabetos, creyentes aún en ingenierías sociales. Y, por lo que nos toca, la tranquilidad de un gobierno que no se metiera en la vida y en la conciencia de los ciudadanos, nos inclinaría a escribir sobre otros asuntos: de las rosas de Jericó, que rara vez florecen; de la vida, aparente absurda, de las lagartijas de las paredes; de la vista de los astros en las noches de verano, y, en fin, de asuntos verdaderamente importantes en la vida particular cuando los gobiernos no se meten en ella.

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