El Poliedro
Tacho Rufino
¡No hija, no!
Su propio afán
Esto no es un spoiler, sino una apuesta. Si fuese una profecía, si se piensa bien lo que son las profecías, sí sería un spoiler místico, pero no, ni doy para profeta (ni en mi tierra ni en otra) ni la serie Juego de tronos merece una iluminación divina. Pero vamos allá con mi apuesta.
Creo que la famosa serie no culminará esa evolución que llevo haciendo notar las últimas dos temporadas. La serie, que empezó malota, con un sexo demasiado violento y una violencia demasiado gore, había venido, poco a poco, adquiriendo perfiles más épicos, más limpios, más nobles. Estoy convencido de que no ha sido la intención de los guionistas, sino una exigencia del guión, como se dice. Esto es, que no se puede hacer una epopeya sin algunas esplendentes virtudes del espíritu y que una emoción de quilates exige mucho más que trucos comerciales para enganchar a un público ávido de espectacularidades.
Hacen falta buenos y malos. Incluso más que la victoria de los buenos sobre los malos, que yo prefiero, pero que es opcional. Por eso, Juego de tronos ha ido decantando el perfil de bastante de sus personajes hacia la bondad y el heroísmo.
El problema para el final que supongo que habrán tenido los guionistas es evitar caer en el exceso de luminosidad o esquivar un remate dulzón. Una serie de televisión de ángulos tan oscuros y giros tan amargos no se lo podría permitir, para no traicionarse a sí misma. Pero tampoco puede destrozar las exigencias esenciales de los grandes relatos épicos, a los que aspira a estas alturas la serie.
Por lo tanto, entre las mil y una emociones argumentales que nos ha de deparar la traca final, encontraremos una emoción metaliteraria. La de ver cómo cruzan el estrecho de Mesina de la epopeya sin caer en el remolino de Caribdis de la serie negra del principio y sin chocar con la Escila de una cursilería sobrevenida. No es nada fácil. Yo aconsejaría al timonel que se arrimase bastante a Escila, porque creo que los finales admiten un poco más de intensidad romántica y porque los postres son dulces por algo y el sabor de boca de la serie durará ya para siempre. Quizá también porque me temo mucho que darán un viraje hacia el remolino fatal, para que nadie les acuse de blandos y por el prurito de su renombre.
En resumen, me temo el final fatídico, aunque quisiera el equilibrio y aunque mi consejo es que se arrimen al "comieron perdices". Ojalá pierda mi apuesta.
También te puede interesar
El Poliedro
Tacho Rufino
¡No hija, no!
Por montera
Mariló Montero
La trama
En tránsito
Eduardo Jordá
El 1
La esquina
José Aguilar
Entre malvados y estúpidos
Lo último