
En tránsito
Eduardo Jordá
Ulises
CATAVINO DE PAPEL
LA institución cultural navarra Bilaketa ha rendido un espléndido homenaje al poeta Angel García López (Rota, 1935). Un homenaje en forma de libro y bajo el título "De hiedra y lauro eterno coronado". Se trata de una edición lujosa y sumamente cuidada, ilustrada ampliamente con fotografías, dibujos y pinturas. En tan bello marco editorial, se recogen una serie de escritos sobre la obra de un poeta que es altamente significativo de la generación de los sesenta, también denominada del lenguaje.
"De hiedra y lauro eterno coronado", comienza con el trabajo titulado "Boceto para una biografía", de Salvador Rodríguez Alcántara, y está dividido en varias partes: "De la distinta luz" -con artículos de Felipe Benítez Reyes, Carlos Clementson, Luis Alberto de Cuenca, Pedro J. de la Peña, A. Domínguez Rey, Emilio Echevarren, Luis García Jambrina, Luis García Montero, Arcadio López-Casanova, Francisco Morales Lomas, María del Pilar palomo, Angel L. Prieto de Paula, Fanny Rubio, Eloy Sánchez Rosillo, Tomás Sánchez Santiago, Jaime Siles, Alberto Torés, Beatriz Villacañas y Tomás Yerro-, "El poeta y su obra" -con trabajos de Enrique Azcoaga, Francisco Umbral, Guillermo Díaz-Plaja, Javier Figuero, Juan de Dios Ruiz-Copete, Miguel Galanes, José Hierro, Manuel Jurado, Fernando Quiñones, José Asenjo-Sedano, Tomás Sánchez Santiago y de quien suscribe- y "Libro a libro, la crítica", en la que se compilan comentarios sobre los libros del poeta roteño, aparecidos en prensa y revistas desde el firmado por el inolvidable José Manuel García Gómez, en las páginas de Diario de Cádiz, en mil novecientos sesenta y tres, hasta el publicado en dos mil seis, en "Tres Orillas", por José Antonio Sáez, pasando por los que corresponden a Rafael Morales, Gerardo Diego, Jacinto López Gorgé, Antonio Domínguez Rey, Luis Jiménez Martos, Leopoldo de Luis, Francisco Javier Díez de Revenga, Concha Zardoya, Florencio Martínez Ruiz, José García Nieto, Javier Villán, Rafael Alfaro, Antonio Enrique, Federico Arbós, Manuel Alvar, Alberto Torés, Pilar Quirosa-Cheyrouze, Juan Manuel Romero, Juan Manuel de Prada y Pedro A. González Moreno. Se cierra el libro con el poema de Angel García López "Hacia el último día", y se adorna con un disco con doce poemas, once declamados por Teodoro González y uno por el propio autor.
Nos congratula reseñar "De hiedra y lauro eterno coronado", merecido homenaje a un poeta andaluz principal, y finalizamos estas líneas transcribiendo las siguientes acertadas palabras de Felipe Benítez Reyes: "La obra poética de Angel García López representa una apuesta firme por la perfección expresiva: un poeta que busca -y encuentra- una dirección diferenciada y única a partir de un tratamiento estilístico que no duda en alejarse no sólo de lo previsible, sino también de las convenciones, asumiendo felizmente muchos riegos. Una apuesta extrema, por indagar las posibilidades del lenguaje: no lenguaje como medio instrumental, sino como fin esencial."
PUES, como el que no quiere la cosa, ya estamos en feria. La feria de la crisis. En estos días, antes de la inauguración, he paseado por el recinto y, la verdad, es que me he llevado una cierta decepción.
Precisamente por ser esta la feria de la crisis, esperaba que los duros momentos que estamos viviendo tuvieran su reflejo en el montaje de las casetas. Pero no, de eso nanay. La crisis no le ha afectado para nada a la escayola, el pladur, la madera y demás materiales "nobles" con los que, de nuevo, se encuentran engalanadas las casetas.
El recinto ferial es una ciudad artificial, breve, momentánea, de quitar y poner con precisión y rapidez. Una ciudad desmontable, con una duración finita y pensada para pasar en ella ratitos de diversión y alegría y, una vez sin fuerzas, agotados, regresar al sosiego de la ciudad de verdad, esa en la que prima el asfalto y el hormigón, las estructuras estables y duraderas, la que tiene siglos de historia y la que está pensada para no ser alterada por el paso el tiempo.
El problema, a mi entender, comienza cuando queremos hacer de la feria, ciudad efímera, una ciudad eterna, perenne. Y claro, nos dedicamos, sobre unas débiles estructuras de hierro y unos toldos de plásticos, a utilizar materiales impropios de la instantaneidad. Aparecen así esas casetas que imitan, a base de escayola y madera, a la Cartuja de Jerez, o a la portada renacentista del antiguo Ayuntamiento, o a castillos medievales, o a cortijos señoriales, o a tantas y tantas cosas. Es entonces cuando la ciudad transitoria se convierte en un pastiche feo y sin sentido, cutre y recargado, ajeno, en definitiva, al verdadero espíritu de la feria.
Una caseta de feria, y no hay mejor manera de definirla, es una caseta de feria. Es decir, una estructura simple adornada con elementos ligeros y donde el color y la transparencia reinen como expresión suprema de lo efímero. Una vez terminada, sólo es preciso dar un leve tirón a los materiales, llenar unas cuantas bolsas de basura y comenzar a pensar en el año próximo.
Esto, que no es otra cosa que regresar a los orígenes, es decir, a aquellos simples tenderetes en los que se reunían comerciantes y mercaderes venidos de diferentes puntos a intercambiar mercancías, tiene que seguir siendo el fundamento y la razón de ser de la feria: el reino de lo breve, lo alegre, lo temporal, lo perecedero, lo precario. Porque además, es ahí, con estas características, donde la imaginación fluye con más libertad y poderío.
El hecho de que los premios a las casetas sean otorgados por una asociación privada de caseteros significa la expresión de una renuncia. La Administración, la encargada de velar por la filosofía, por el espíritu que debe reinar en la ciudad fugaz de la alegría, abdica de su obligación: establecer criterios. Claro que con ello evita polémicas. También, por omisión, deja que la feria se desvirtúe y cada vez se parezca más a esas masas hormigonadas y resistentes en las que a diario malvivimos como podemos. Ellos sabrán lo que hacen. Entretanto: ¡Orúe Presidente!
También te puede interesar
En tránsito
Eduardo Jordá
Ulises
A plena sombra
Javier Compás
Hollywood y Donald Trump
A la sombra de los olmos
Escasez y austeridad
El pinsapar
Enrique Montiel
El borrado
Lo último