Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

Jerez: el Luz Lealas y unas viviendas de cine

En el interior del cine Luz Lealas nada te parecía incoloro, inodoro e insípido.

En el interior del cine Luz Lealas nada te parecía incoloro, inodoro e insípido.

Sístole de una verdad -que es fantasía del recuerdo- allí donde nada quedó escrito. La ciudad era entonces como un apremio sin relojes multifuncionales ni teléfonos inteligentes. Nadie te controlaba incontinenti a través de ningún dispositivo. Vivías la plenitud de la pubertad como acunado por la bruma anónima de las fuentes del Nilo. Todos los chiquillos de la pandilla estábamos sentados sobre las razones de nuestra inocencia. Las emociones -vibrantes e indomables- eran como cóncavo sigilo de toda ingenuidad. Jerez se estilizaba con morfología de guitarras en do mayor. Fulgurante sol adolescente de los primeros amores. Miedo del cuerpo otro -tan melodioso en su femineidad- que viene y va a las entrañas de un embobamiento con cosquilleos en el estómago. Miradas que se entrecruzaron y besos robados en un fugaz equilibro de bellezas con derrame de pudores. Tortolitos de la mano citados bajo la penumbra de la penúltima sesión cinematográfica del sábado. Latidos acelerados golpeteaban las paredes de lo intraducible. El invierno, dentro del cine, olía a rosa de nácar. O a primera colonia de tu compañera de butaca…

Estábamos todos dentro del Lealas a secas, novios de edad prohibida, matrimonios de edad avanzada, y parejas adultas de edades desiguales. La película, de género romántico, no recomendaba la asistencia de chiquillería. El interior de la sala contenía sin aspavientos la revolución del silencio pactado tácitamente por la concurrencia. El público sabía a qué se atenía. El ruido sólo provenía de la mala educación. De la insolidaridad con los cinéfilos que compartían recinto. Nada de masticaciones estridentes ni risas espasmódicas por lo bajinis ni bolsas de chucherías con su cutre runrún de fondo. Sólo sería permisible el leve susurro boca-oído. O el mensaje mudo que todos sabemos transmitir por la Vía Augusta de un guiño joven.

En el interior del Cine Luz Lealas nada te parecía incoloro, inodoro e insípido. Porque la simple ilusión que el séptimo arte siempre despierta ya contiene de antemano el color de la imaginación, el olor de la fantasía y el sabor del entendimiento. Susana Fortes, en su libro ‘Adiós, muñeca. Cuadernos de cine’ nos señala que “hay otros mundos, están dentro de nosotros, bajos las simas de la razón, en los túneles por donde corre el caudal desbordado de lo oscuro”. Pues este fortuito encuentro con el fuero interno de cada cual salía a flote -con una sofisticación de discreto fogonazo cultural- segundos antes del comienzo del largometraje en el cine Luz Lealas. Y es que -sí- “en el cine lo visual pasa a ser el sentido”. El cine Luz Lealas -quizá por su ubicación- no otorgaba a los precoces amantes del cine como una especie de libre ontología de andar por casa. Cada sala cinematográfica nos reportaba una atmósfera, un clima envolvente y una serie de bruñidas premisas ambientales muy diversas y divergentes. El cine Luz Leales nos regaló una suerte de escapismo ciertamente transgresor. Un individualismo anárquico de quinceañero que ya se movía a sus anchas por la apoteosis de sus primeras decisiones sin ataduras en corto. En tu estrecho margen de maniobra ya te sentías un factótum. Karol Teige, en un elocuente ensayo publicado en 1925 bajo el lacónico título de ‘Film’, subrayaba que “el cine nos cura completamente de toda epidemia y endemia”. A los prematuros amantes del séptimo arte también de todo círculo cerrado.

El cine Luz Lealas ha congregado en su interior, durante décadas, la guarnición de silla del entusiasmo de familias completas -mayores y churumbeles, abuelos y nietos- frente a la gran pantalla -que es sinopsis de historias vibrantes y enternecedoras, peregrinas y estimulantes, educativas y aleccionadoras, simpáticas y bailongas, terroríficas y capaces de agitar la sensibilidad del respetable-. Traigo a colación la antigua raigambre del cine Leales -que feneció en aquel abrasador fuego tan funesto- porque ahora una empresa de prestigio -NIIM (Nuevo Impulso Inmobiliario), dirigida por el acreditado profesional y amigo Óscar Real Cambas- construirá una promoción de calidad -bajo el nombre de Residencial Luz Lealas- sobre el sitio de la emblemática sala: 32 pisos con 2 y 3 dormitorios y 1 o 2 baños, de 70 metros construidos ( 3 de los cuales serán áticos de amplísimas terrazas), 33 plazas de garaje, 15 trasteros, gimnasio y piscina. Excelente noticia, pues, para todas las partes. A rehabilitar toca, además en tan buenas manos. Comienza la sesión. ¡Prestemos atención a estas viviendas de cine!

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