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Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

Jerez llora la muerte del histórico profesor de la Salle don Manuel Pareja

Don Manuel Pareja, primero por la izquierda, junto a otros profesores en el patio de la Salle de la Alameda Cristina.

Don Manuel Pareja, primero por la izquierda, junto a otros profesores en el patio de la Salle de la Alameda Cristina.

En la primavera de la vida -la niñez- reside nuestra vivencia escolar, que es, según Rilke, cuarto y mitad de la patria del hombre. Reside todo el sedimento de su universo posterior. Reside todo el frutal desayuno de la existencia. Toda la vitamina temprana del decurso de tu tiempo. Y del mío. Como una compacta unidad sin posibilidad de descalabro. Como un ADN de sangre e identidad. Como una fórmula orgánica sin azúcares añadidos. “Estos días azules y este sol de infancia”, cantaría Antonio Machado. La suya -infancia digo- también sería recuerdos de un patio de Sevilla. ¿Sobre el que seguirían cantando los pájaros del testamento poético de Juan Ramón Jiménez? Hoy retrotraemos nuestra mirada al anhelo codicioso de los recuerdos infantiles. Con una omnisciencia nada baladí. Nos oponemos férreamente al libre arbitrio de la desmemoria. Años escolares, años de parvulario, años de EGB. Nadie ose rebatirnos ningún precepto de sus blancos edictos. Nadie perturbe el idioma -tan anacarado- de la melancolía ni altere la salamandra del fuego de cuanto aún arde dentro de nosotros. Y que da candor y calor -lumbre- al chiquillo que habita en ti, en mí. Fuimos tan felices entonces que toda remembranza parece cubierta por los confetis de una fiesta permanente. De una fascinación soberana cuya versatilidad se debate entre la perfección y la imperfección del hecho de estar vivo…

Estas frases que ahora escribo son una movilización hacia la gramola del ayer inmediato. Podremos remontarnos a cuarenta años vista. Y hacerlo además -sin empacho - en este Miércoles Santo de lágrimas atadas como así las manos de Jesús del Prendimiento. Miércoles Santo donde la aritmética de la desazón multiplica la necrológica de cientos, miles de chiquillos que asistimos a las clases de don Manuel Pareja. Don Manuel Pareja Gey. Aquel profesor cuya didáctica y cuya personalidad -bonachona pero firme, cariñosa, pero marcando terreno, cercana pero adherida a la disciplina del docente dueño de una metodología siempre eficiente- tanto nos atrajera. Don Manuel, bajo de estatura, regordete, pantalón muy planchado e impolutas guayaberas, de semblante simpático, nunca escindió ni escondió su natural estado de persona feliz a raudales. Se notaba a leguas el contento permanente de una forma de ser que jamás sonreía -en virtud de su risueño semblante- a la chita callando. Dominaba y domeñaba el finísimo sentido del humor de los seres inteligentes, que ora procedía de una connatural gracia andaluza ora devenía de aquel agudo guiño del doble sentido inglés.

Don Manuel sacaba punta al gracejo de un don sui generis, connatural al sur del Sur: la ocurrencia. Soltaba, cada dos por tres, entre sus compañeros del claustro, unos golpes luminosos. Nunca hirientes: todo lo contrario: hacían reír a mandíbula batiente. El pelo corto, muy negro, de carrerilla a la derecha. Los labios gruesos. La dicción pausada. Como dando una voltereta a cada vocalización. Como masticando el chicle imperecedero del

castellano. La caligrafía de artísticas redondeces. Con tiza blanca sobre la negra pizarra. Gafas oscuras. El ademán siempre sereno. Pausado, como la génesis escénica de una confidencia. Don Manuel Pareja es fidelidad a su amistad con los hermanos Camilo y Manuel de Caso Garrido. Don Manuel Pareja ya en la Salle Buen Pastor se considera un profesor clásico pues venía de la hornada de aquellos que ya impartieron clases en la Salle de la Alameda Cristina. Y ello constituían palabras mayores en virtud de su incontestable grado de antigüedad. Don Manuel Pareja jamás pareció entrado en años. Destilaba un espíritu joven acorde también con la estupenda conservación de su físico.

Los alumnos solíamos imaginar cuán divertido sería en su faceta familiar. De ello bien podríamos hablarnos nuestro amigo y gran abogado -además de doctor en Filosofía- Manuel Pareja: su hijo. De tal palo, tal astilla. Y entrecomillo a colación una cita de Julián Marías que viene al pelo: “El hombre es fundamentalmente heredero y, por tanto, su vida, con la primera autonomía todavía dentro de la infancia, la tiene poseyendo un enorme tesoro, acumulado, que no tiene naturalmente el animal. De modo que esa limitación, esa menesterosidad del niño, a última hora, es lo que permite que el hombre sea hombre, que sea lo que es”. La savia paternofilial. Su clorofila. Don Manuel Pareja era patio de columnas, era diálogo con Luis Miguel y con el hermano Gabino, era conversación entre iguales sobre una barra de cantina colegial en cuya esquina contraria Alfonso servía sus bocadillos mixtos que eran pan de ángeles y alimento de Dioses. Don Manuel Pareja era proximidad de libros Bruño con olor a estreno de curso. Don Manuel era presencia estelar en mañanas de cuarto, de quinto, de sexto de EGB. Pero don Manuel Pareja también fue anticipo de patio de la Salle de la Alameda Cristina, como así nos lo muestra, el primero de izquierda a derecha, en la foto de finales de la década de los 60 del pasado siglo que hoy ilustra este ‘Jerez íntimo’, junto a don Pedro Aníbal, don Camilo de Caso, el hermano Juan Delgado (director), don Antonio Olmedo, don Manuel de Caso, don Manuel Diosdado y don Gervasio Fernández. Ha muerto don Manuel Pareja. Un profesor histórico. Un protagonista indeleble, positivo, determinante, de ese edén de espuma e ilusión, como un poema de credibilidad, que dimos en llamar infancia. ¡Descanse en paz tan excelente docente!

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