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HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano /

Libertades sexuales

LA denuncia contra el obispo de Alcalá de Henares por "fomento y apología del odio contra las libertades sexuales" proclama varias verdades irrefutables: a) la palabrería vacua es libérrima y el papel impreso de los juzgados lo admite todo; b) nos enteramos de que la sexualidad da libertad; c) fomentar y hacer apología del odio es sencillísimo y basta proponérselo; d) la indigencia mental ha aumentado notablemente en España a fuerza de pensar con la entrepierna y no con el cerebro; y e) contra lo que puedan pensar las mentes bien concertadas, después de la denuncia y su lenguaje altisonante, ser homosexual no comporta ser imbécil. Otras conclusiones de mucha enjundia podríamos sacar de la denuncia y desarrollarlas en otros tantos escritos, pero seguimos confiando en que el sentido común nunca se pierde del todo y cada lector tendrá las suyas. Una cosa hay que repetir todos los domingos y fiestas de guardar: la ignorancia, por bienintencionada que sea, nunca es un progreso.

Bienaventurados los que creen que la sexualidad da libertad, y no lo contrario, porque ellos serán hartos de sexo y de ellos mismos. Los instintos no nos hacen libres, podemos usar nuestra libertad para sobrellevarlos o para entregarnos a sus dictaduras. El instinto sexual no es sino una tramposa imposición divina para perpetuar la especie y poner a prueba la fortaleza y la capacidad de sufrimiento del ser humano, amén de humillar su soberbia. Es libre hasta cierto punto, como las ganas de comer, y nos hace libres muy raras veces, una o dos en toda la vida. Los deseos sexuales no dependen de la voluntad, aunque la voluntad haga lo suyo, y nos asaltan en los momentos más inoportunos y alejados de lo que entendemos por erotismo: estudiando matemáticas o leyendo a Caballero Bonald. No hay escapatoria sin sublimación.

El espíritu perseguidor que adquieren los perseguidos cuando pasan a conversos alienta en la denuncia a Su Ilustrísima complutense. Los conversos pierden el sentido del humor, adoptan la seriedad del burro y no se detienen a analizar algo tan complejo como la sexualidad humana, que es todo menos una fiesta. Entre la heterosexualidad santa y la homosexualidad loca hay un sílabo de tendencias sexuales que empezó Kinsey y no se ha completado todavía, ni se completará nunca, por ser un asunto personal. Hay tantas sexualidades como personas y no casan bien con gregarismos conservadores ni cabalgatas de las multinacionales del sexo. La homosexualidad loca es tan conservadora que para congraciarse con el poder establecido han instituido un 'matrimonio'. Los mismos que denuncian al obispo denunciarían a Júpiter por haber otorgado la inmortalidad y la eterna juventud a Ganímedes. La fealdad del mundo vencerá cuando estemos muertos, vivos en el cielo olímpico donde toda belleza tiene asiento.

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