Y A Serrat criticaba a aquellos que van a cagar a casa del vecino, y mira que han pasado años desde entonces, pero España es que, al parecer, no se aprende la lección y siempre queda, ya no salpicada, sino pringada de lleno por la mierda de los menos adorables. Primero fue el Prestige, petrolero con bandera de Bahamas, procedente de Letonia con rumbo a ¡Gibraltar! al que se le abrió una grieta a cincuenta kilómetros de Finisterre. Acabó poniendo perdida de fuel toda la costa gallega porque, por motivos electoralistas, empeoraron el problema al alejar el barco. También tuvimos las carnes abiertas con el submarino nuclear Tireless averiado en Gibraltar. Ahora es el chatarrero New Flame que, accidentado en aguas del Estrecho, nos está tiñendo de negro la Bahía de Algeciras. Otro vertido en vísperas de elecciones y mucho tirarse los tiestos unos a otros, pero el caso es que nunca nos ponemos con los brazos en jarras para que a nadie se le ocurra pisar el portal recién limpio.