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Blanca Román

Consultora ambiental

Parques de caucho y asfalto

Una mirada humana y desde la infancia de los parques urbanos

Mucho se está hablando de las actuaciones que el Ayuntamiento está realizando en la ciudad utilizando en desmedida el asfalto y otros derivados del petróleo como soluciones baratas y de escaso mantenimiento. Sin embargo, aparte de los graves efectos de creación de “islas de calor” y de la impermeabilización del suelo, es importante desgranar las consecuencias que estas acciones tienen sobre la infancia.

Estar en contacto con la naturaleza resulta crucial para el bienestar de las personas. Esto es algo que en los últimos años hemos podido experimentar en nuestro propio cuerpo y experiencia en los tiempos de pandemia y que cada vez más múltiples estudios lo corroboran.

La población mundial tiende a concentrarse cada vez más en espacios urbanizados (de modo que para el año 2050, la ONU prevé que al menos dos tercios de la humanidad vivirá en asentamientos urbanos) y muchos de éstos carecen de suficientes áreas verdes en las que la ciudadanía pueda dedicar tiempo para reconectar con la naturaleza. Así, existen personas que, criadas en la jungla de cemento, hoy afirman “odiar el campo” por sus mosquitos u otros insectos (lo que se ha venido a denominar “biofobia”), mientras que otros tantos, sin llegar a esos extremos, no se sienten capaces de identificar los sonidos de la naturaleza, en las ciudades eclipsados por los cláxones y los motores de los automóviles. Por todo ello, es de obligada responsabilidad que las administraciones locales creen, cuiden y potencien islas de naturaleza en la ciudad para la población en general y para la infancia en particular.

Por otra parte, según el geógrafo urbano Gerber Helleman, que ha diseñado un modelo para aumentar la jugabilidad de las ciudades: “Las ciudades demasiado a menudo no se diseñan con la dimensión humana en mente, así que mucho menos con la dimensión de los niños”. Y esto supone un problema porque “en los últimos años el juego de los niños en espacios exteriores ha disminuido. Por razones de salud y de pedagogía es importante que estimulemos el juego al aire libre. Para conseguirlo, necesitamos un nuevo enfoque sobre espacios públicos para niños. Y no se trata de coger de un catálogo de equipamiento de juego infantil, sino de ampliar el foco para conseguir ciudades jugables”.

“Los niños de hoy pasan menos tiempo al aire libre en juego no estructurado que en ninguna otra etapa de la historia”, lamentan también desde la Organización Internacional de Parques Urbanos (World Urban Parks Organization).En Europa y Norteamérica están proliferando nuevos espacios infantiles para promover ciudades más aptas para niños, facilitar su autonomía, el juego libre y un mayor contacto con la naturaleza. En Barcelona, por ejemplo, la estrategia ‘Barcelona Dona Molt de Joc’ en el 2018 amplifica las oportunidades de juego en espacios públicos.

El juego es un asunto serio. Según la pedagoga especialista en desarrollo infantil, Tamara Chuvarosky, “el juego es pura terapia, preparación a nivel corporal, emocional y cognitivo de capacidades para toda la vida. Es la base del espíritu emprendedor, la creatividad y la constancia. Aprender jugando no significa dotar a los niños de juguetes sofisticados enfocados a “aprender”, sino de que los niños sean capaces de jugar de manera autónoma y no dirigida por adultos. El único objetivo es el juego en sí, aunque tiene matices diferentes en función de la etapa de desarrollo infantil:

  • Para el niño pequeño (hasta 2 años y medio) es un juego divertido e interesante coger y tirar objetos, subir una escalera, subir a una silla, arrastrar cosas, guardar y sacar objetos de una cesta, seleccionar, ordenar, alinear y apilar objetos…También imitan acciones cotidianas como hacer que cocina, que come, que duerme, que barre… Todo esto le ayuda a descubrir las leyes de la gravedad, de la física y la matemática y a desarrollar sus propias habilidades motrices y perceptivas.
  • De los 3 a los 4 años y medio se da el juego simbólico. Es la fase en la que una madera puede transformarse en el juego en un teléfono, un filete o una lancha. Los objetos sirven de inspiración para un increíble despliegue de la fantasía. Empieza el juego social, la interacción con los iguales. Toma importancia el lenguaje. Por ejemplo, es característico que vayan explicando lo que hacen. El juego sirve de catalizador de emociones negativas. Podemos observar como a través del juego reproducen lo que ven, lo que sienten, la relación con los padres, etc. Reproducen acciones del entorno incluyendo la emoción. Es la etapa de máximo potencial imaginativo. Es la base de la creatividad.
  • De los 5 a los 7 años aproximadamente. Es la etapa en la que los niños primero preparan el juego y luego buscan los elementos para llevarlo a cabo. Escuchamos frases típicas como “Jugamos a que nos íbamos de acampada. Tú eras la mamá y yo era el papá, y…”Requiere de una planificación, previsión, iniciativa, mando y liderazgo, capacidad de relacionarse de resolver conflictos y ante todo, de decisión. Esta fase es la base de la capacidad de inventiva, de la iniciativa emprendedora de la que tanto se habla”.

Crear, cuidar y mantener espacios verdes urbanos diversos y naturalizados con tierra, arena, hierba, matorrales y árboles, acompañado de un mobiliario amable con la infancia (a veces lo más sencillo es lo más exitoso entre los niños y niñas), que ofrezca recursos, rincones, lugares, posibilidades imaginativas y oportunidades de juego no estructurado y permitan un repertorio de interacciones con el entorno social y material es una importante inversión para el futuro de nuestra infancia y nuestra ciudad. Espacios pensados por y para la infancia, dónde los estímulos sensoriales, las texturas, los colores, olores, las facilidades de movimiento favorezcan un desarrollo infantil saludable y que cree vínculos con el entorno y la naturaleza. Incluso sería muy interesante y útil consultar a los propios niños y niñas del barrio antes de llevar a cabo cualquier remodelación.

Además de consultora ambiental, Blanca Román es responsable del proyecto Escuela de la Tierra de La Volandera, presidenta de la Asociación de Mujeres Sembradoras de Salud y vicepresidenta del Clúster de Empresas para la Transición Ecológica de Jerez.

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