EL próximo día de San Dionisio se entregan los 'Premios Ciudad de Jerez'. En esta ocasión, debemos felicitarnos por que el patrimonio histórico-artístico ocupe un lugar muy señalado. Y no menos podemos congratularnos con que los homenajeados sean dos personalidades que han demostrado una singular sensibilidad por el asunto.

Por una parte, hay que destacar la creación de un galardón dedicado específicamente a "la Conservación Patrimonial", que este año recibirá Manuel Domecq Zurita, el propietario del Palacio de Camporreal. Sin duda, un ejemplo excepcional en Jerez de mantenimiento de un gran legado artístico y documental por parte de un particular. En primer lugar, porque no abunda desde luego este tipo de iniciativas privadas. Pero, sobre todo, porque lo de Domecq Zurita ha sido nadar a contracorriente. De otra manera no puede entenderse su empeño obstinado en cuidar, dentro de un territorio tan "hostil" como la vieja collación de San Lucas, un conjunto de la entidad de Camporreal, frente al común desinterés de otros sucesores de la más antigua nobleza local, no necesariamente venida a menos, que hace décadas que abandonaron sus centenarias mansiones.

Con respecto al premio "a la Difusión", la concesión me parece asimismo merecida. Poco podría decir que no se sepa del elegido, Manuel Romero Bejarano: de su popularidad televisiva; de su manera de dar a conocer el pasado desde un enfoque muy personal, socarrón y desmitificador; de su inestimable labor como investigador, en una posición relevante dentro de esa nueva generación de historiadores jerezanos que ha surgido con el actual siglo; en fin, de su arrojo en la defensa de nuestro patrimonio, demostrado en medios como este periódico.

Conservación y difusión, dos principios necesarios e interrelacionados.