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josé aguilar Ignacio Martínez

Purga en la vía hacia el paraísoUn periodista

Puigdemont depura a los tibios que no están dispuestos a que su independentismo les termine tocando el bolsilloJoaquín Marín ha sido el único director general de la RTVA elegido por consenso de todos los grupos políticos

El fanatismo es lo que tiene. No se conforma con fabricarse un enemigo exterior que aglutine a sus huestes ni con atemorizar a los compañeros de viaje necesarios para alcanzar una utopía cada vez más lejana (funcionarios, policías, jueces, medios informativos). Precisa de autodepurarse, apartando a los tibios y expulsando a los impuros de sus filas ya cuarteadas. Sólo los elegidos merecen la confianza. La duda se castiga con la exclusión.

Este es el sentido último de la purga decretada ayer en el Govern catalán por Carles Puigdemont y dictada por su vicepresidente teórico, Oriol Junqueras, como condición para coordinar el último impulso hacia el ansiado referéndum y la automática independencia (a ver: con que voten unos cuantos y en esos cuantos haya más votos afirmativos que negativos, ya consideran legitimada la secesión).

Con el cambio de tres consejeros (entre ellos, los responsables de los colegios electorales y los mossos d´esquadra) y el secretario general de la Generalitat, Junqueras ha conseguido que la crisis no roce a su partido y se descargue exclusivamente en el partido de Puigdemont, y que todos los dirigentes del proceso separatista se hagan corresponsables, y firmantes, de las iniciativas y decretos que han de conducir al 1-O. El tiempo se echa encima y ya no sirven los anuncios en teatros, los mítines y leyes cocinadas en secreto. Hay que mojarse. Es hora de censos, colegios, urnas y papeletas, organización y logística.

Curiosamente, el descubrimiento de la tibieza por parte de los independentistas ahora depurados ha llegado por la vía del tópico más tópico sobre los catalanes. El pionero de la espantada fue el consejero Baiget, que la semana pasada tuvo que irse a casa tras confesarse no dispuesto a poner en peligro eso mismo -su casa, su patrimonio, sus ahorros- por volcarse en un referéndum por el que alguien iba a exigirle responsabilidades penales y pecuniarias. Todo el mundo es independentista... hasta que le tocan el bolsillo. Para los funcionarios sería peor: ellos pueden perder su empleo.

En fin, la crisis del Govern que menos se ocupa de gobernar de todos los conocidos revela un cambio sobre la situación anterior: solamente los cabales acompañarán a Puigdemont en su viaje marxiano de la nada a la más absoluta miseria. Los pusilánimes sobran. Se necesitan soldados pata negra que lo sacrifiquen todo en aras del referéndum que no se hará. Kamikazes.

CUANDO nombraron a Joaquín Marín director general de la Radio Televisión de Andalucía en 1994, el único elegido en 30 años por consenso de todos los grupos políticos del Parlamento andaluz, hizo unas declaraciones excepcionales a una agencia. Le habían preguntado por los informativos, criticados por ser la voz de su amo, y él respondió con desenfado y seguridad: "Hasta ahora había un partido contento y todos los demás cabreados. Eso se ha terminado; a partir de ahora, todos cabreados". Joaquín murió el jueves. En la despedida, ha sido unánime el reconocimiento a su prestigio profesional.

Cumplió. Bajo la dirección de José Aguilar los informativos de Canal Sur vivieron entre 1994 y 1996 sus mejores momentos de libertad y pluralismo de su historia. La durísima campaña electoral del 96, con encuestas que daban ganador a Javier Arenas, atemorizó al estado mayor socialista y Chaves se resistía a hacer un debate. O, más bien, se negaba. Los informativos por primera vez no atendieron a un minutado preciso de asignación de tiempos en función de los escaños.

Al final, el debate se celebró; fue el primero a cuatro: Pacheco, Rejón, Arenas… y Chaves, que resultó claro ganador. Con la finura que le caracterizaba, Marín le reprochó al presidente las reticencias. Con "todos cabreados", nadie se incomodó con su cese posterior. La maquinaria del PSOE sustituyó a aquel equipo por otro monocolor de militantes. Y al poco, se inauguró una práctica perversa, según la cual el director de Informativos era conveniente que fuese de la misma provincia que el consejero de Presidencia. Alguien de entera confianza.

Marín había liderado en 1984 la privatización del diario SUR, que pasó a manos de los trabajadores, con una variada presencia de la sociedad civil malagueña en el accionariado. Dirigía el diario desde el 82 y en el 87 -y esto es poco conocido- se planteó sacar una edición sevillana, con la misma o distinta cabecera. Finalmente descartó la idea. Encajó con la misma elegancia sus muchos triunfos y sus desventuras, alguna de gran calibre. Pasó unos años malos tras su cese en la RTVA. Lo contaba; el teléfono dejó de sonar y eran contados los amigos que se interesaban por él. Pero se rehízo; fundó La Opinión de Málaga, que dirigió en dos etapas diferentes.

Un tipo excepcional no sólo deja recuerdo de su talento: una visión general y periférica de Andalucía, una admirable labor profesional durante la transición o un liderazgo empresarial fuera de lo común. Queda su ejemplo. Ha muerto un periodista singular.

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