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Quiero negociar

Estoy dispuesto a negociar con el Gobierno mi encaje en el Estado español, y la conllevancia, incluso

Como decía ayer Sánchez-Moliní, lo quemante de que Urdangarín esquive ahora la cárcel es que echa gasolina sobre la previa indignación de los que claman contra las desigualdades e incoherencias de la Justicia. En cualquier caso, más allá de esta concreta gasolina consorte, el incendio existe.

El respeto a la ley brilla (y arde) por su ausencia. El caso de los miramientos con el problema nacionalista catalán es aún más flagrante. Ellos se saltan la ley (como el que salta una hoguera la noche de San Juan, entre risotadas) y el Estado mira, haciendo el corro de la patata. La obsesión del Gobierno por negociar discretamente y por mantener encuentros en la sombra escama muchísimo. ¿Qué podrían ofrecer si no es un forzamiento más de la ley, otro paso en nuestra larga marcha hacia la desigualdad? Quizá lo más desgraciado del follón con las primarias socialistas de Susana Díaz es que no está cumpliendo el primer deber moral no escrito de un dirigente andaluz: defender la igualdad jurídica de todos los territorios de España. Era nuestro digno papel en el caótico engranaje autonómico.

Frente a tanto desorden, negociete y leyes a la carta (magna), empiezo a rendirme y a caer en la tentación neomedieval de exigir también un trato especial. Yo quiero negociar. Que me reciban con discreción y deferencia y me inviten a merendar o a cenar, mientras me ofrecen unas rebajas fiscales (España me roba), mayor inversión en mi pueblo, una autonomía astronómica, la suspensión de normas que considero constriñen mi constitución ancestral, más delicadeza y comprensión con mis peculiaridades culturales, etc.

Venderé muy cara mi afección al Estado español. El presidente del Gobierno y la vicepresidenta Soraya se comprometerán a hacer todo lo que esté de su parte para que mi encaje en el Estado vuelva a ser feliz o, al menos, nos conllevemos. Les tendré entre la espada y la pared porque siempre puedo poner unas urnas en el comedor y hacer un plebiscito para declararnos república (mejor, señorío) independiente de nuestra casa. Estoy dispuesto a internacionalizar el conflicto: tengo una prima en América y un amigo brasileño, ojo. También quiero exigir, por si se me va la mano o la meto, un trato penal no ya como Urdangarín, sino como los Pujol.

Si usted cree que lo escribo de broma, será que todavía le queda un rescoldo de fe en la ley y en nuestros políticos. Que le dure. Tiene mucho mérito.

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