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Qué gusto escribir, después de tantas columnas de crítica y exasperación: ¡Bien por Rajoy!

Hacer cumplir la ley en Cataluña, no toda la ley, pero sí la ley, quizá a instancias judiciales, pero hacerlo, dejando que se sienta entre los soberanistas la existencia de la norma y la de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que velan por su cumplimiento, ha estado muy bien. Incluso hay que reconocer que su retraso, que tanto le afeé desde aquí, tiene ventajas políticas y mediáticas.

A los que no dejábamos de arrearle, Rajoy nos dice: "Ea, ya está, estaréis contentos…", y hay que reconocerle, si la vanidad no nos nubla el juicio, que sí, que estamos contentos. Más, si cabe, por el tiempo que hemos esperado una reacción del Estado de Derecho. La espera se convierte en parte de la alegría final. Nuestra exigencia de cumplimiento de ley era un muelle contraído que, por fin, salta.

Pero es que, además, Rajoy, con su calma chicha, ha demostrado a todos que ha actuado sin ganas, porque no le han dejado otra alternativa. Desde mi punto de vista particular, no es la mejor pedagogía en el primer mandatario de un país. Pero desde otros puntos de vista, seguramente mucho menos particulares que los míos, se ha ganado, a base de hartazgo general con los nacionalistas, de espanto vergonzante de los nacionalistas no independentistas y de abusos de los nacionalistas independentistas, la simpatía de muchas personas remisas a la acción. Y, sin duda, la comprensión de los observadores imparciales.

Aguantando, Rajoy ha conseguido que le apoyen todos. "¿Todos?", preguntará alguno con ojos como platos, acordándose de los secesionistas rabiosos, de los de Podemos, que creen que el caos es una escalera, y del PSOE del sí pero no y del no pero sí. Todos, digo, entre los que podíamos apoyarle, que son los que cuentan, sumando a peperos convictos, partidarios de la contundencia y partidarios de la paciencia.

Incluso ha amagado, dando lo mínimo y a personajes secundarios. Se ha dejado intactos a todos los interlocutores de máximo nivel (Puigdemont, Junqueras, Colau…). Si los aprovecha para hacer concesiones, yo volveré a criticarle. Ahora, el tío será pusilánime, pero tiene un pulso político que ni se acelera ni tiembla. Ha movido ficha, sí, al fin, como le pedíamos muchos, pero ha hecho el mínimo movimiento indispensable. Puede no gustarme tanto milímetro, pero me quito el sombrero: un maestro sí es.

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