La Rayuela
Lola Quero
La fiesta de Alvise
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Un cronista apuntaba el 2 de abril de 2020: “Escribo en el día en que hemos superado los cien mil casos registrados, en que han fallecido, que sepamos, casi novecientas personas, en que hemos alcanzado la inimaginable cifra de nueve mil muertos, en que llevamos casi tres semanas de un confinamiento inhumano, inusitado en cualquier otro país occidental, sin que se vean hasta ahora los beneficios de medida tan brutal […]; en que se ha denunciado la ocultación del número real de fallecimientos tras saberse desde el principio que el de infectados que se nos ofrece es pura entelequia […]; en que los agentes sociales muestran ya sin ambages sus temores de que, en estas manos, se derrumbe la economía del país, hundida por las medidas desaforadas, la imprevisión, la ignorancia y la demagogia […] El día, esto es lo más terrible, en que los sanitarios siguen desprotegidos, los test masivos sin realizarse, las farmacias desabastecidas de guantes y mascarillas, y las residencias de ancianos convertidas en ratoneras. […] Es ya necesario, urgente, preguntarse por qué este país, con una población sana, un más que aceptable sistema sanitario, una economía entre las quince primeras del mundo, un pueblo disciplinado y capaz de reaccionar ante las mayores pruebas, puede presentar el panorama apenas esbozado arriba sin que se nos ofrezca una sola razón plausible para haber alcanzado el mayor número de infectados y fallecidos por millón de habitantes ¡del mundo! […] Un Gobierno superado desde el primer momento, incapaz de prevenir ni de curar, dividido, mentiroso, narcisista y hasta ridículo, protagonista de episodios sonrojantes al más puro estilo bolivariano, que nos arrastra al desastre”. Algunos no callábamos ni jaleábamos la ópera bufa.
Hoy ya sabemos a qué se dedicaba la parte del Gobierno que no estaba tratando, a las órdenes de Pablo Iglesias, de convertir el estado de alarma en el instrumento para la intervención de la economía y el control de los medios. Esa parte del Gobierno criminal e irresponsable que entonces padecimos tuvo su embrión, como hoy se nos recuerda, en un Peugeot 407 con el que Sánchez, en compañía de Koldo García, José Luis Ábalos y Santos Cerdán, recorrió el país en la operación que le dio la secretaría general del PSOE. Ni Koldo era un militante cualquiera, ni Ábalos un ministro más. El núcleo más íntimo de Pedro Sánchez apesta.
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