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La ciudad y los días

carlos / colón

Tragedia mayor y mal menor

DESDE el pasado miércoles, cuando estallaron los gravísimos incidentes que tienen a Egipto al borde de la guerra civil y han provocado más de 500 muertos, los gobiernos occidentales han deplorado el uso de la violencia, lamentado el alto número de víctimas, criticado la proclamación del estado de emergencia durante un mes e invitado a que una transición pacífica conduzca a una plena democracia.

Lo curioso es que a la vez saben que en los países que vivieron las tan eufóricamente llamadas "primaveras árabes" el avance del fundamentalismo hará imposible cualquier transición pacífica hacia una democracia. Las democracias avanzadas tienen mecanismos para defenderse de los partidos o grupos que se amparan en sus libertades para liquidarlas. E incluso en ellas a veces es difícil cortarles el paso. No hace mucho el Gobierno francés se comprometió a abordar la ilegalización de algunas asociaciones de extrema derecha tras el asesinato de un joven.

En los países árabes estos mecanismos no existen y los enemigos de la democracia que se amparan en ella para lograr el poder no son grupúsculos marginales, sino poderosos partidos de inspiración fundamentalista. Que en algunos casos, como ha sucedido con los Hermanos Musulmanes, ganan las elecciones y proceden a la islamización del país, achicando la democracia hasta los límites de una teocracia. Los ataques a iglesias cristianas, sobre todo coptas pero también católicas y protestantes, que se han producido en los dos últimos días han obligado al acosado presidente egipcio a manifestar que no se puede enfrentar a musulmanes y cristianos agitando odios que debían estar superados hace siglos. Pero el escenario que el fundamentalismo pretende resucitar es precisamente el del enfrentamiento a muerte entre ellos. Por eso en estos países, por raro que pueda parecer a una mentalidad occidental, una parte considerable del pueblo apoya la dictadura teocrática mientras el Ejército defiende el avance hacia una democracia que el fundamentalismo, mintiendo, presenta como un antimusulmán proceso de occidentalización.

La violencia del Ejército (¿necesaria como mal menor pese a su brutalidad o condenable por razones humanitarias y contraproducente por razones políticas?) pone al nuevo Gobierno en una difícil situación ante los líderes democráticos y la opinión pública internacional, a la vez que procura mártires a los fanáticos enemigos de la democracia.

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