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Tierra de nadie

alberto Núñez Seoane

Víctimas, del terror... y de los políticos

NO sé qué pensarán ustedes, yo lo tengo muy claro. ¿Qué sentirán las personas a las que las alimañas etarras, con la colaboración criminal de sus cómplices "políticos", les han arrancado una madre, un hijo, un padre, un familiar o un amigo; si los ciudadanos que no hemos sufrido ninguna de éstas pérdidas irreparables sentimos náuseas, indignación, asco, repulsa e impotencia cuando padecemos la excarcelación de asesinos, sus risas en el banquillo mientras son ¿juzgados?, su desprecio por el dolor, inmenso y sin fin, de las víctimas, su desfachatez inhumana, su falta de arrepentimiento y colaboración con la ¿Justicia?, la legalización como "partidos políticos" de esos inmundos gusanos y de sus cómplices, su implantación en las Instituciones ¿democráticas? de la Nación, su participación en la vida política de un Estado ¿de Derecho? condicionando resoluciones, dictando normas, percibiendo dinero público…? ¿Qué pensarán y, sobre todo, qué sentirán, Dios mío?

La costumbre, dicen que hace ley. Lo cierto es que, con el paso del tiempo, hasta las más peregrinas o abyectas situaciones pueden terminar pareciéndonos "normales". Pero, los seres humanos, en su más genérica acepción y dejando al margen a los que tienen su aspecto pero no lo son, tenemos uso de razón, la capacidad de discernir, por algo. Tenemos conciencia, también por algo. Tenemos dignidad, para algo, y sentido de la equidad, de la responsabilidad y de la justicia, para algo también ¿Dónde están, dónde duermen, dónde quedaron todas estas cualidades, talantes y modos?, ¿en qué oscuro rincón hemos guardado todo lo que nos distancia de las bestias, crueles e insensibles, lo que nos separa de los parásitos, brutos, sanguinarios y fanáticos?

Muchos, no todos, pero muchos, de los políticos, unos por colaboración directa y bochornosa, otros por inacción cobarde e indigna; otros por dejación irresponsable y vergonzosa; que cada cual asuma la posición que le corresponda; nos han traído hasta donde estamos. Son ellos quienes toman las decisiones, ellos los que arbitran las medidas, ellos quienes dictan las leyes. No hay excusa que valga, ni razonamiento que los ampare. La responsabilidad, primera y última, de lo que estamos viviendo, de lo que nos están haciendo vivir, la tienen ellos.

La especie humana, gran parte de sus componentes al menos, tras siglos de barbarie, atropellos sin fin, aberraciones impensables, locura fratricida, brutales escarnios, masacres impías, atrocidades imposibles, iniquidades aberrantes, crímenes genocidas y otras "bagatelas", decidimos dotarnos de unas normas que hiciesen posible, llevadera o soportable, nuestra siempre difícil convivencia. A esto le llamamos "Estado de Derecho". Ya no impera la ley de la jungla, el fuerte ya no pasa por encima del débil, los derechos son de todos, las obligaciones se reparten… al menos, en teoría, y a esto es a lo que tratamos de acercarnos. La fórmula garantiza, en la medida en que se pueda aplicar del modo más contundente posible, la coexistencia, más o menos pacífica y civilizada, entre todos. Entonces, ¿qué están haciendo?, los que mandan… ¿qué están haciendo contra ellos, los descerebrados que se burlan, con sangre ajena, de todo esto?, ¿qué están haciendo con los que se quedaron en la cuneta de un camino que no eligieron?, ¿qué están haciendo con nosotros?, y, por encima de cualquier otra cosa: ¿qué están haciendo con los muertos y con los ellos que dejaron aquí?

Lo asesinos etarras, los que no los condenan, los que los toleran, los que los permiten, los que los defienden y los que los apoyan; toda la basura que fermenta en ese pestilente estercolero en el que escogieron reptar; sólo debieran tener un destino, el único aceptable -porque es el único cabal-, el único que una Justicia -en todos los sentidos, con mayúsculas- debiera dictar: persecución sin tregua, aplicación estricta e inalterada de una ley justa y cumplimiento, sin la mínima excepción, condonación, tregua o disminución de la condena, en su caso, sentenciada. Todo lo demás son meras paparruchas, excusas vanas, inmorales desatinos, vejaciones a los muertos, deprecio a los vivos e insulto a las víctimas del terror. Que no lo sean, las víctimas, también de la política y de los que la hacen.

En toda esta triste historia, sólo ha habido muertos y asesinos, sólo debe haber vencedores y vencidos, pongamos a cada uno en su sitio: los que murieron, deben, de algún modo, vencer, se lo debemos. Los que los mataron tienen que perder. Todo lo que no sea esto, no será.

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