EN estos días de septiembre el protagonismo de una serie de personajes vuelve a ser noticia. Son días de curiosidades en las puertas de los coles y de vuelta a una serie de situaciones asombrosas y maravillosas desde hace muchos años.

Como si de niños de guardería se trataran, no sabemos a ciencia cierta que hacen los políticos y las políticas en los pasillos a las puertas de los patios, en las pistas de futbito recién pintadas o debajo de las canastas, con la parafernalia de una puesta en escena rodeada de fotógrafos y cámaras televisivas que den la imagen fehaciente de la asistencia inequívoca el primer día de clase en las televisiones locales, autonómicas y nacionales.

Son los días de tuits y ruedas de prensa aburridas para hacer recuento de actividades, de recursos, de materiales y de siglas de leyes generales de educación convenientemente aderezadas de consignas partidistas de tecnócratas de despacho con las orejeras de pantallas de ordenadores como única visión educativa.

Son los momentos de guerras de cifras sobre las partidas presupuestarias dedicadas a una educación basada en las cifras, los excells y los geniallys en clara tergiversación de objetivos sobre las necesidades reales del profesorado. Son los días en que miles de niños con necesidades, en guerra o sin medios, son protas involuntarios de la verdadera realidad de la educación de nuestro planeta. Muchos no tienen acceso ni a un pobre lápiz ni a una goma de borrar.

Mientras, en la zona educativa de Jerez, diecisiete mil pequeños enanos de infantil y primaria, otro tanto en secundaria y otros miles de profesores y profesionales, están ya llenando las aulas de los centros escolares, pero con una realidad a años luz de los que se sientan en los despachos. Privilegiados por poder estar donde están, pero con un sobreesfuerzo excesivo por culpa de tantas asignaturas pendientes del modelo en cuestión.