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Tierra de nadie

Alberto Núñez Seoane

Del arco del triunfo al humilde aro

Y es que siempre ha habido clases, y las seguirá habiendo, siempre… Están, por una prestigiosa y exclusiva parte, los privilegiados, que pasan por encima de los demás, que no están sujetos a las múltiples normas y limitaciones que constriñen al resto de los ciudadanos, que gozan de estatus y posición diferenciada; y, luego, estamos los demás…

Siempre escuece, pero quema algo más en estos tiempos de hipocresía absoluta y cotidiana mentira; tiempos en los que hordas de mediocres enarbolan la prostituida bandera de un progresismo eunuco, tratando de hacernos creer que sus desvelos lo son en favor de la lucha por el bienestar de la mayoría. Hoy, cuando proclamarse demócrata, liberal, progresista, socialista, comunista o sindicalista, es gratis, porque nada te exigen demostrar: te apuntas en esta o aquella lista, le ríes las gracias al mandamás de turno, callas ante sus estupideces, tres palmaditas en la espalda en el momento oportuno, dices “sí” cuando deberías decir “no” y viceversa –siempre por el interés del partido, o del sindicato, por supuesto-, te apañas un currículo a medida -no importa que sea inventado-, sacas de la manga, o de la chistera, o del coño de la Bernarda, igual da, el máster que conseguiste en la universidad de Recojones de la Bulla, esgrimes una amplia sonrisa, muy amplia, mientras intelectualmente te sodomizan, sin ungüentos ni vaselina, y… ¡ya!

El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña le ordena al zopenco de Torras que quite el dichoso papelito amarillo que ha vuelto a colgar en el balcón de la sede del gobierno de Cataluña –el de todos los catalanes, independentistas o no-. Torra se pasa por el arco del triunfo, o sea: por el forro de sus santos cojones, lo que dice el Tribunal, y dice que no lo quita. El Tribunal le repite que tiene 48 horas para quitar la pegatina, Torras dice que no le sale del ombligo, que no la quita, le dice además, que va a recurrir la decisión, como ya hizo hace unos meses… y no le dieron la razón, circunstancia, claro, que al payaso mayor del circo catalán, se la trae floja y pendulona, me refiero a la barretina que se pone cuando se sienta en el váter.

Para mayor descojono del monigote golpista hacia las altas Instituciones del Estado, a las puertas del juicio que tiene pendiente, precisamente por la misma causa: negarse a obedecer la orden del juez que le ordenaba, hace unos meses, retirar el trozo de papel higiénico, amarillo por usado, que había colgado del mismo balcón que ahora; Torras, el mentecato, recusa al juez que iba a presidir el proceso en su contra, pone otra compresa, también usada, en el mismo balcón y se vuelve a pasar por el arco del triunfo los procedimientos, las sentencias, los tribunales, los jueces, la Ley y el Estado de Derecho… tranquilos, no pasa nada, él, como otros, tiene su particular arco del triunfo para hacer lo que mejor le parezca, burlarse de todo cristo y cachondearse, a boca llena, de todos nosotros; tranquilos, es Torra. Nadie lo detiene, nadie lo inhabilita, nadie manda a quitar el esparadrapo amarillo…

Mientras esto sucede, una y otra vez, y sigue sin pasar nada; hace unos días aterrizaba en mi buzón una cartita, era de la Diputación. Venía muy bien cerradita, toda mona ella; con sumo cuidado, abrí el sobre por el troquel que traía… Una multa, todo mi gozo en un pozo, era una linda multita: 80 “eurazos” de vellón, por, decía, “invadir parte de la línea amarilla de un aparcamiento reservado…”. Les digo: un “aparcamiento” en la playa de Barbate, un sábado a mediodía, al lado de un chiringuito, en un lugar por dónde nadie pasaba ni nadie circulaba… una raya, medio tapada por la arena, que nadie podía fácilmente ver –la vi cuándo al regresar del baño me encontré la cariñosa “dedicatoria”-… 80 “eurakos”, sí señor, pá pagar unas cañitas a los ilustres diputados cuando salgan de los alucinantes quilombos que se montan en lugar de trabajar.

Pues bien, si con el cabreo yo no pago, ahora, la linda multita, la preciosa, incompetente e inútil Diputación de Cádiz, me mandará una cartita y luego otra, y otra más tarde, reclamando el importe, los intereses, gastos y no sé qué más. Y, si sigo sin pagar la linda multita, la ilustrísima, excelentísima e inutilísima Diputación embargará, sin remedio, mi cuenta corriente, cobrándose lo que ellos quieran, más lo que se les ocurra, más lo que les dé la gana. Punto final.Y es que, queridos lectores, yo, como ustedes, no tengo un particular arco del triunfo para pasarme lo que me apetezca, no me guste o no me interese, por un poco más al sur del forro de las bolsas testiculares –se llaman escrotos-; yo, como ustedes, lo que tengo es que pasar por el aro. Punto.

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