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Tribuna Cofrade

Susana Esther Merino Llamas

La verdadera conversión

AMANECEMOS un año más dando la bienvenida a la que será la protagonista de nuestro día a día durante cuarenta benditas jornadas, la Cuaresma. Tiempo litúrgico donde la Iglesia nos invita a la confesión, la meditación, la conversión. Con la imposición de la santa ceniza por el sacerdote durante la Eucaristía en la jornada de hoy, se nos hace partícipes del recordatorio que, siempre erróneamente, dejamos alojados, tan sólo por unas horas en el corazón y en el alma, cuando en realidad se trata de una rememoración cuya impronta ha de quedar presente en nuestra vida diaria.

Por las puertas de las viejas sacristías que, ahora más que nunca, quedarán entreabiertas cuales perenne guardianas de lo que sucede en los interiores de nuestros templos, se escaparán sin permiso, porque no lo necesitan, los aromas de los inciensos de esos equipos de mayordomía que se afanan, una vez más, por mejorar sus exquisitos diseños para mayor gloria de nuestros Amantísimos Titulares, Cristo y María. Sobre los muros y las vitrinas de las casas de hermandad quedarán cosidos los ecos de esa siempre esperada algarabía que nos anuncia a los niños que vienen con sus padres para sacar su primera papeleta de sitio, de los miembros de las juntas de gobierno que entran y salen de una dependencia a otra, de los costaleros que tras la vuelta de los ensayos departen entre copas y abrazos, de los sonidos de las máquinas de coser que se afanan con las últimas puntadas de las nuevas túnicas que lucirán en los cortejos, del ruido de los enseres que conformarán los altares de insignia,…

Todos estos momentos y vivencias, con sus deliciosos matices, nos envolverán en la antesala de la primera cruz de guía y de los primeros sones de metales que nos anunciarán esa única e irrepetible manifestación de fe por nuestras calles, esa catequesis caminante donde conmemoramos la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y los dolores padecidos por su bendita Madre, la Santísima Virgen María.

Pero, hete ahí, que esa llamada a la conversión a la que estamos todos invitados y de la que estamos orgullosos de participar, porque no podría ser de otra manera, no ha de quedarse, como he referido al principio de estas humildes líneas, en un efímero recuerdo. Hemos de ser conscientes que ese toque de atención, siempre venido desde quien más nos ama, desde el Altísimo, debemos tomarlo para darnos cuenta de que debemos reflexionar y mirar más hacia nuestro interior, para desprendernos de muchos intereses creados, de muchas pugnas sin sentido, de  muchos rumores que empañan, porque nosotros dejamos que así sea, este mundo tan y tan hermoso de nuestras hermandades y cofradías. Evidentemente, y porque vivimos en sociedad, los problemas surgen con la mayor naturalidad del mundo, y de la misma manera han de solucionarse, pero siempre desde el cariño y desde el amor más fraternal.

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