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Tribuna libre

Rafael Navas

Un cielo de colores

LA Feria del Caballo de Jerez ha sido el escaparate, o la excusa, para dar a conocer, a través de su cartel, el trabajo de muchos de los mejores artistas contemporáneos de nuestro país. En el año 2004, el turno le llegó a Vicente Vela, un algecireño afincado en Madrid que no había perdido el contacto ni (lo que es más importante) el cariño hacia Jerez, la ciudad en la que creció y recibió su formación artística. Para entonces, Vicente Vela ya era un artista reconocido y respetado, autor del famoso logotipo de la casa Loewe y con una amplia trayectoria a sus espaldas también como escultor y escenógrafo. En Jerez, cuando realizó un soberbio cartel, muchos tuvimos la suerte también de conocerle personalmente, de saborear su faceta humana, tan impresionante como la artística.

En enero de 2005 tocaba rediseñar el interior de la caseta de Diario de Jerez. Dos años antes, el siempre añorado José Alfonso Reimóndez 'Lete', autor de la estética moderna de la Feria jerezana, había dibujado una fachada de acuerdo con esos cánones que él fijo como una especie de ciudad dentro de la ciudad, de líneas andaluzas, con espadañas y ventanas a base de arcos de medio punto. Fue Bernardo Palomo, crítico de Arte, gran amigo, quien una vez más apostó por la vanguardia, como ya hiciese muchos años atrás con su página Diario de las Artes o haría años después con la creación del espacio ArteaDiario. Bernardo nos convenció a todos de esa necesidad de 'romper' con el clasicismo en el interior de las casetas pero sin perder el nexo de unión con lo que distingue a la Feria, en este caso el caballo. Y no dudó al señalar a Vicente Vela, que el año anterior había realizado el cartel de la fiesta, como la persona idónea para llevarlo a cabo. Cuando el pintor presentó una maqueta de ese interior, la sorpresa fue general. Cuarenta y cuatro caballos de colores colgados del techo y un juego de luces y espejos en las paredes que multiplicaban por infinito a los animales. Un espectáculo, una obra de arte dentro de una caseta que muchos tardaron tiempo en entender y reconocer. Para hacer realidad ese diseño, Vicente no dudó, en compañía de Jesús Morales, en trasladar en el mes de abril su estudio a la sala que hoy ocupa ArteaDiario en la calle Patricio Garvey. Allí, ambos, enfundados en monos y provistos de brochas y botes de pintura, estuvieron dando forma a las cuarenta y cuatro figuras que, diseñadas por él, habían sido cortadas en madera en las instalaciones de Polanco, en Chiclana. El resultado final no se pudo contemplar, después de semanas de trabajo, hasta un 29 de abril de 2005. Hubo opiniones para todos los gustos, como sucede con cualquier expresión artística, pero lo cierto es que con aquella creación, años después reconocida incluso con premios del concurso oficial, Vicente Vela creó escuela. El gran diseñador había vuelto a su tierra para dejar su sello en una fiesta a la que años después regresaría, sin dejar de perder la vinculación tanto con el Diario como con la propia ciudad.

En 2005, en ese entrañable acto de la inauguración de "la caseta de los caballos de colores" (como se la conoció), se fundieron dos estilos, dos formas de entender la Feria, bien distintos pero complementarios, como es Jerez en su fiesta grande: la unión de muchas voluntades y un lugar en el que todo el mundo tiene cabida. La foto de 'Lete' y Vicente fundiéndose en un abrazo es toda una lección de vida. Dos personas geniales, alegres, que siguen vivas entre nosotros a través de sus obras y que desde ayer, a buen seguro, estarán haciendo felices a quienes comparten con ellos el Cielo. Un lugar que, ahora seguro, es de colores.

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