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LA TORRE DEL VIGÍA

Juan Manuel / Sainz Peña

La edad de la inocencia

VIENDO con mi hija unos vídeos de dibujos animados en internet di con un enlace que permitía ver a los payasos de la tele. Pinché dudando si a la niña le gustaría ver unas imágenes que, en algunos casos, tienen casi cuarenta años. Es decir, de cuando yo era un enano y en España solo había una televisión.

Con el color desleído del tiempo pasado, pude ver de nuevo a Fofó, a Gabi, a Miliky cantando y bailando, con una grada repleta de niños pequeños con un uniforme. Críos vestidos de inocencia, ajenos aún a la dureza de la vida, a que en ella te puedes encontrar con payasos (lástima que la palabra se emplee en demasiadas ocasiones peyorativamente), y también a auténticos hijos de puta, que no dudarán en traicionarte con tal de escalar, de progresar o, sencillamente, de hacerte daño.

Los ves en esos vídeos, en los que también puede estar alguno de mis hermanos o yo mismo, y te dan ganas de abrazarlos, de decirles que tengan cuidado cuando salgan y los años pasen, porque no todo son Susanitas y ratones, ni coches de papá que se paran en los semáforos "rojo, amariiilo yyyy… verde".

En la edad de la inocencia, cuando somos niños, nada cuenta, casi nada nos preocupa porque no hay otra cosa en nuestra cabeza que el juego o el patio del colegio, donde darle patadas a un balón o sentarte (también esto ha cambiado con los tiempos) a jugar a la psp.

Me gusta ver esos vídeos y volver a la niñez, que es un camino difuso que los años terminan borrando. Me gusta cantarle a mi hija esas canciones mientras la acaricio. Y me gusta tenerla en mi falda y abrazarla ahora que puedo, con el sueño imposible de que siempre sea niña, y con la esperanza de que recuerde aquella vez que, sentada conmigo o con su madre, fue feliz. Tan pequeña. Tan inocente.

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