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El espejo japonés

Ese cultivo japonés de tradiciones y rituales no han supuesto ningún repliegue para enfrentarse a nuevas técnicas

Gran parte de la población andaluza inicia en estos días uno de esos periodos que han contribuido a caracterizarla, tanto por las vivencias que aportan como por la imagen pública, hacia el exterior, que proyectan. Durante estos meses venideros se encadenan lo que los antropólogos llaman fiestas de primavera y estío, y que, en Andalucía –por motivos comprensibles– han adquirido gran arraigo, y se han visto rodeadas de atractiva función social y vistosos ceremoniales. Y, sobre todo, que, a pesar del transcurso de los años, continúan despertando ilusión e interés en nativos y foráneos. Nada que objetar a esta capacidad andaluza para convertir sus fiestas y ritos en algo propio, diferenciado y específico. Además, los andaluces han sabido transformarlos en acontecimientos esperados con ansia y admirados desde fuera, hasta tal extremo que, en opinión de ciertos antropólogos, sus ceremoniales solo son equiparables a ciertas celebraciones llevadas a cabo en la cultura japonesa. Mas esta comparación, entre la entrega apasionada a estas peculiares tradiciones entre las poblaciones nativas de Andalucía y Japón, permite establecer otros interrogantes que quedan pendientes tras compulsar estas dos formas de envolver con tanta precisión el desarrollo de sus fiestas. En el caso de Andalucía se ha interpretado esta inclinación a vivir intensa y extensamente sus ritos festivos primaverales como una posible causa del desajuste y atraso en su modernización técnica e industrial desde la última parte del siglo XIX. Tal como si se dijera que el tiempo dedicado a este ocio festivo y ritualizado implicase un cierto rechazo o resistencia que impidiera vivir de acuerdo con la productividad exigida por el progreso de los tiempos. Situación, esta última, constatable y evidente solo con observar el negativo lugar ocupado por Andalucía en casi todos los índices económicos y sociales existentes para valorar las regiones españolas y europeas. En cambio, y por ello, la comparación con el espejo ofrecido por el Japón puede ser tan ilustrativo para Andalucía, ese cultivo tan esmerado de tradiciones y rituales festivos no ha supuesto, en ese país, ningún repliegue de las energías requeridas para enfrentarse también con las demandas de nuevas técnicas que permiten vivir mejor y conseguir buenos niveles de empleo y logros en educación. Por eso, en la necesaria reflexión sobre el complejo papel que desempeñan en Andalucía las fiestas primaverales puede ser válido mirarse en el espejo japonés.

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