Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

El ‘franquismo’ espontáneo

Es bastante común que critiquemos lo que no nos cuadra, pero que, como sin darnos cuenta, censuremos que otros critiquen lo que nosotros no afeamos, marcándonos un sepulcros blanqueados, “que por fuera se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos”. Es común caer en una ostentación solidaria de causas ajenas que, en realidad, nos quita el sueño lo mismo que una mariposa en los Himalaya. Todo sumado: vemos a veces “la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio”, cita neotestamentaria, como la anterior, que alude a los fariseos que escamondaban las tumbas para que no se las pisara inadvertidamente, y así refulgieran, cuando lo que había debajo era recuerdo de podredumbre. Y es que Jesús, cuando largaba, lo hacía por derecho.

Bajemos el listón hasta Pepito Grillo, personaje de Pinocho, que ejercía de conciencia del muñeco de madera, y cuya actitud rozaba la impertinencia, como nos pasa cuando nos ponemos sentenciosos y franquistas–de franco con minúsculas: podríamos abrir esta puerta a la polisemia–. Soltemos verdades al modo de Chus Lampreave haciendo de testiga de Almodóvar: “Me sabe mal decirte que...”, “Te voy a decir una cosita, y no te me enfades”. Como en todo lo que sucede desde que no tenemos que dar la cara ni dirigirnos a un buzón de correo, al franquismo espontáneo e impertinente lo han multiplicado las agallas que se echan en las redes sociales, atrincherados o venidos arriba. Haremos pues de Grillo: seré testiga por ti, no me puedo contener.

Vivimos la hipercomunicación infrainformada; unos tiempos inestables, volubles y fragmentarios que nos regalan sin cesar raciones de pelotazos espectaculares (de espectáculo, y de masas): toda esta semana, pendientes de unos friquis millonarios que se han buscado la ruina, la de verdad, en un batiscafo tartana vendido comohigh tech, acaparando grandes recursos en su rescate, mientras que poco antes del evento Titanic centenares de desgraciados en búsqueda de un mundo que no sea una condena a tiempo completo naufragaran y murieran desaparecidos. Sin que gran cosa se haya dicho. Otro aldabonazo y a la vez larga cambiada a la conciencia: supimos esta semana por The Guardian que los Tech billionaires se construyen lujosísimos bunkers y contratan seguridad militar privada para sobrevivir a un posible colapso que ellos, en gran medida, pueden estar provocando con sus creaciones cibernéticas y robóticas. “El Apocalipsis veterotestamentario, para vosotros, criaturitas”. Vivamos el domingo de aperitivas y siesteras maneras, propongo.

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