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Antonio Millán Garrido

Vicepresidente de la Real Academia de San Dionisio

Fallece Luisa Fernanda Cuéllar

Luisa Fernanda Cuéllar y Antonio Millán, en la Real Academia de San Dionisio

Luisa Fernanda Cuéllar y Antonio Millán, en la Real Academia de San Dionisio

Esta pasada madrugada nos ha dejado, tras una larga enfermedad, Luisa Fernanda Cuéllar Vázquez, excelente escritora, prestigiosa docente, buena amiga y, sobre todo, excepcional persona.

Natural de Ciudad de México, era Licenciada en Administración y Dirección de Empresas por su Universidad Iberoamericana y Máster en Desarrollo Humano por la Universidad Jesuita de Guadalajara. Fue, en México, Directora de la Banca de la Mujer en Banamex, entidad financiera en la que posteriormente ejerció el cargo de Gerente de Recursos Humanos y Formación de Personal hasta que, por motivos familiares, se vino a vivir a Cádiz, en cuya Universidad se doctoró en Ciencias Sociales y en la que, afincada en nuestra ciudad, fue profesora de Administración de Empresas hasta su jubilación. Pero, al margen de esta excelente trayectoria profesional, Luisa F. Cuéllar desarrolló una intensa y meritoria labor como novelista y articulista, dejándonos una obra escrita tras la cual hay una formación humana encomiable, muchas horas de trabajo y una rigurosa originalidad.

Entre sus publicaciones están Saudade (1997), Ashares (2000), Moneditas de oro (2010), Un encuentro en New York (2012), El viento en la arena (2016) y Flores en el Tepeyac: un estudio sobre la Virgen de Guadalupe (2020).

En Jerez formó parte del taller de creación literaria de José Mateos, participando en varias de sus antologías y obras colectivas. Colaboró, asimismo, con prosa y poesía, en varias revistas literarias e impartió conferencias y seminarios en México, España, Italia, Estados Unidos o Israel. Y, desde luego, resulta obligado destacar la labor de Luisa F. Cuéllar como articulista del Diario de Jerez.

En su columna ―últimamente, de los viernes alternos― puso de manifiesto, durante más de una década, a través de una reflexión constante, su permanente compromiso con los valores del humanismo cristiano. Y siempre, como en toda su obra literaria, con exquisitez, elegancia, agilidad expositiva y un excelente dominio de nuestra lengua. A Luisa la conocí cuando comenzó su tarea docente en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación y, desde entonces, pude disfrutar de su generosa amistad. En 2018 tuve la enorme satisfacción de presentarla en la brillante conferencia que impartió en la Real Academia de San Dionisio y en ella puse de manifiesto cómo, al margen de sus indiscutibles méritos académicos, profesionales y literarios, Luisa era una extraordinaria persona, educada, amable, tenaz y con gran capacidad comunicativa.

Era, además, una mujer familiar, madre extraordinaria y cristiana convencida, que hacía gala de su fe profunda e inquebrantable, algo que le ayudó a sobrellevar su grave enfermedad con serenidad y resignación, trabajando hasta el último momento. Dios la tendrá en su Gloria, donde será especialmente acogida por la Virgen de Guadalupe, objeto de su continuado estudio y de varias de sus publicaciones y a la que, como muchos mexicanos, reconocía amar y venerar «desde su más temprana edad». Ella escribió que, cuando se fuese, viviría en el corazón de todo aquel que la recordase, de todo aquél que hubiese recibido algo de ella. Así será y, de esta forma, Luisa permanecerá entre todos nosotros.

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