Crónicas levantiscas
Valencia es nuestro Katrina
¡Oh, Fabio!
Vaya por delante la excusatio non petita. Apenas tengo nada que ver con el Opus Dei: algún familiar y un puñado de recuerdos de la infancia. Por ejemplo, cuando fui de campamento con el Club Tarfia al Coto de Doñana y pasábamos los días haciendo guerras de piñas, rezando rosarios ante los ciervos alucinados y diciendo tacos. También otro en las Cañadas del Teide, el mismo verano que los sandinistas entraron en Managua. Los monitores, todos de la Obra, lo celebraron como si fuese la liberación del Alcázar de Toledo. Mis mayores (y yo mismo hasta el naufragio escolar) se educaron en los jesuitas, pero siempre desde un catolicismo mundano y poco amigo de las sotanas. En la carrera tuve un buen amigo numerario (R. G. B, un saludo allí donde estés) que tenía la amabilidad de invitarme en la Feria de Abril a estudiar en algún cortijo alejado de la farra, pero siempre renuncié amablemente intentando no ser descortés. En general, siempre he sentido indiferencia hacia el ideario opusino. No creo que algo tan desagradable como el trabajo pueda santificar a nadie y el neoplatonismo sexual me parece innecesario y fastidioso.
Sin embargo, la vida me ha brindado la oportunidad de conocer en la madurez a algunos miembros del Opus Dei que en nada se parecen a ese tópico del fanático meapilas, frío y calculador. Gente culta, comprometida con la sociedad, amable, con sentido del humor y una alta exigencia moral que empieza y acaba en ellos mismos. Tipos con los que no dudaría meterme en cualquier trinchera. Eso sí, también tengo algún buen amigo rebotado al que la sola mención de la Prelatura le provoca espumarajos y espasmos.
Lo digo en estos momentos en los que se observa una ofensiva contra el Opus tanto por parte de la prensa de progreso como por un Vaticano más pendiente de quedar bien ante el siglo que de cumplir su misión salvadora. Hoy por hoy creo que en la Obra se encuentran algunos de los elementos más sanos de la Iglesia que conozco. ¿Cuántos casos de pederastia se han localizado en sus colegios? ¿Los comparamos con otras órdenes progresistas? Cierto es que le achacan algunas prácticas sectarias y cierta opacidad, pero no menos que algunos bancos y todos los partidos políticos. Cierto es que han tenido una evidente vocación por la pastoral de los ricos, pero los forrados también están llamados al reino de los cielos. Cierto es que participaron de no pocos gobiernos de Franco, pero también consiguieron un milagro económico a partir de los 60. En general, suman más que restan, pero no creo que eso hoy importe mucho.
También te puede interesar
Crónicas levantiscas
Valencia es nuestro Katrina
La esquina
José Aguilar
Tragedia y desvergüenza
El balcón
Ignacio Martínez
Estrellas de rock
Descanso dominical
Javier Benítez
El polideportivo de Guadalcacín