Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Manuel Ruiz Romero.

Doctor en Historia - miembro del CEHJ.

¿Qué le pasa a la RAE con nuestra zambomba?

¿Qué le pasa a la RAE con nuestra zambomba?

¿Qué le pasa a la RAE con nuestra zambomba? / Miguel Ángel Gonzálwz (Jerez)

Hace seis años desde que esta ciudad se dirigió a la Real Academia Española de la Lengua (RAE), para proponerle que admitiese la acepción zambomba en su diccionario. Naturalmente, que no me refiero al instrumento, a la vejiga de cerdo inflada ni a la manera de manifestar sorpresa. Estoy hablado de nuestra zambomba. De esa peculiar zambomba gaditana, particularmente jerezana pero no exclusiva. De aquella que, habiendo nacido de las entrañas de este pueblo, obtuvo su mayoría de edad en papeles al ser declarada en 2005 Bien de Interés Cultural, dado su singular interés etnológico y antropológico. Ese rito popular con características propias: navideña, coral y aflamencada… donde conviven coplas religiosas con profanas. Aquella, cuya singularidad todavía no está reconocida en el diccionario; ese libro, digo, que iguala disfrutar de una zambomba con tocar el instrumento. Les invito a comprobarlo.

Año tras año por estas fechas, la monárquica institución normalizadora que, por cierto, nada tiene que ver con la estructuras de la Administración Pública en el Estado, una vez es ricamente patrocinada por entidades financieras y con el apoyo de la Casa Real, procede a reconocer nuevas modificaciones en lo que llaman modernamente “DEL” (es decir, Diccionario de Lengua Española). Este año han sido 3.836 modificaciones que se suman a otras tantas de ejercicios anteriores. Está claro que el diccionario está vivo. Tanto, como laborioso es el esfuerzo por normalizar, unificar y extender el español, dentro del Estado como en la comunidad latinoamericana.

Desde entonces, personalmente, he tenido ocasión de hablar sobre el caso con quien hoy es su presidente de la docta Academia y, por ello, tiene asiento reconocido además en el Consejo de Estado. Siempre me respondía que estaba en estudio o que estaba en curso. Desde entonces, mediante diferentes medios y formatos, entidades sociales y partidos políticos de la ciudad y hasta mediante campañas digitales específicas, hemos intentado desde Jerez seguir llamando la atención de esa “excelsa” entidad privada que “limpia, fija y da esplendor”. Todo ha sido inútil hasta la fecha. Seis años ya y no hay visos de noticia alguna.

Juan Valera y Torrente Ballester insisten en que los andaluces eran quienes mejor hablábamos castellano; otros como los catedráticos Rodríguez Almodóvar, Pérez Orozco o Pedro Carbonero, defienden que el castellano evolucionaba hacia el andaluz. Incluso, la nueva propuesta del colectivo EPA, intenta con su sensato intento de transcripción, materializar los ricos y variados sonidos del andaluz, fundamentalmente, en su quehacer y acervo flamenco, coplero o carnavalero, por citar algunos ejemplos. De cualquier forma, no se trataría aquí de hacer del andaluz una manifestación supremacista y excluyente. Como dice Moreno Cabrera, el andaluz es una lengua natural como conjunto de variedades lingüísticas con afinidades y diferencias entre sí: ni mejor ni peor, pero siempre diferenciada en la medida que no hay lenguas -por uso y convencionalismos reglados que son- más vanguardistas que otras.

En otros ejemplos, Igor Rodríguez Iglesias o Manuel Rodríguez Illana, desde el punto de vista de la socio lingüística, vienen demostrando cómo el andaluz está estigmatizado como un formato recurrente y descalificador, muy especialmente, si lejos de las cocinas propias de las estereotipadas chachas, se hace valer en foros institucionales como las Cortes o el Consejo de Ministro. Todo lo contrario: nuestra modalidad lingüística está protegida por el Estatuto de Autonomía y forma parte de un marcador identitario del que no debemos avergonzamos. Más bien, necesitamos acogerla con naturalidad, normalizarla y estudiarla desde el punto de vista académico. Aún hoy, más allá de los tópicos que nos codifican a los andaluces, seguimos compartiendo muchos rasgos comunes con la lengua canaria u otras de América. El desprecio político al tratarla como dialecto, no se corresponde hoy con cualquier estudio que se defina como serio, ni a la extensión de su uso ni con tiempos de una multiculturalidad propia del siglo XXI.

Me pregunto si está esperando la RAE a aceptar la zambombá madrileña, la zambombada cateta o la reciente y perversa barbombada, porque desde luego no se entiende esa falta de sensibilidad hacia ésta u otras palabras que en Andalucía están popularizadas y tampoco son, precisamente, de nueva creación como otras que se aceptan. No en vano, la RAE ya tuvo que recular cuando en redes sociales, llegó a afirmar que la palabra zambombá era la expresión más correcta (¡). Es toda una paradoja que nuestra zambomba esté recogida antes en wikipedia o google que en el diccionario.

Seguimos esperando pero tampoco nos preocupa. Es el pueblo quien manda y el andaluz en este caso que nos ocupa se caracteriza por su creatividad, riqueza y rapidez para nombrar las cosas y expresar. Sin necesidad de bendiciones ajenas, reconocimientos oficiales y libre victimismos; pero cada vez está más claro que a la añeja RAE parece molestarle un andaluz que no puede apretujarse entre las tapas de su diccionario. Eso sí, un sinfín de expresiones chabacanas, horteras y anglosajonas son admitidas sin pensarlo mucho: Allá ellos. Orgullosos de nuestra habla y de nuestra forma de ser, los andaluces no tenemos ninguna necesidad de esperar a que nos reconozcan nada. Somos conscientes de que nuestros ritos y modalidad lingüística están muy por encima de este desprecio u olvido; algo que no es sino otra forma más de marginar Andalucía. Queda dicho: parece que a la RAE le molesta nuestras zambomba y, con ella, toda palabra que tenga sonido andaluz.

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