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Alberto Núñez / Seoane

Un 'real' esperpento

TODO fue un insulto. Todo fue una mascarada de mal gusto, exhibicionismo hortera, presunción exagerada y altanera, derroche y falta de educación y sensibilidad. No escribo 'crónicas de sociedad', pero la obscena ostentación que este 'príncipe' de opereta de un 'país' de coña, ha escupido a un mundo que sufre las carencias de las más básicas necesidades, un desempleo brutal, desahucios, embargos, tragedias personales y familiares, guerras, miseria y hambre; no me ha dejado indiferente y, es por eso, que le dedico unas líneas a este 'personaje' y a su mundo casposo y cruel.

Cruel, por el grosero dispendio en el que se exhibieron doscientas limusinas, 3.500 invitados, un coche de lujo modificado exclusivamente para que los novios pudiesen saludar al público, un traje de novia con 40.000 cristales Swarovski, 20.000 piezas de nácar, 30.000 perlas y 20 metros de cola; o noches de luna de miel en un hotel sudafricano a 6.000 euros la noche… Con el dinero propio, cada uno puede hacer lo que quiera, lo que no se puede hacer es restregar por las angustiosas necesidades de todos, este pantagruélico, grotesco e hiriente despilfarro.

No soy monárquico, creo en la república. En mi opinión, la monarquía es una institución caducada, absurda e innecesaria en los tiempos que vivimos. Sólo 'gracias' a una institución como esta, personajes como éste, 'Su alteza Serenísima' -así es como hay que llamar a este vividor aventajado, ¡manda huevos!- pueden alcanzar la máxima representación de un país.

Casposo, por la inconcebible falta de sensibilidad y del mínimo atisbo de sensatez o prudencia; por la vanidad en grado inalcanzable, por la estupidez supina y la total carencia de modales acordes con las circunstancias que estamos padeciendo. Así es como este individuo ha 'demostrado' a todo el que ha querido enterarse, de que madera está hecha su estirpe.

Menos mal que la Casa Real de España, en un gesto de coherencia y sentido común que le honra, decidió obviar la invitación para acudir a una mascarada en la que, a más inri, su protagonista es un reconocido antiespañol. Recuerden, por ejemplo, las descalificaciones que realizó contra Madrid como posible sede de los Juegos Olímpicos de 2016, hecho que, sin duda -dada la incomprensible influencia que un ser como este tiene en diversos organismos internacionales-, contribuyó al resultado que todos conocemos.

El despliegue mediático del bodorrio y la fanfarria, contribuyó, para general sonrojo, al mayor pábulo de esta fachosa opereta de la que, he de suponer, sus dichosos protagonistas, han de sentirse bien orgullosos.

No les deseo ningún mal, allá ellos con sus vidas y sus conciencias -si las tienen-, pero, para ser sincero, me encantaría que, por alguna de esas vueltas que da la vida, algún día tuviesen que sobrevivir en las montañas de Afganistán, en la desolación de Etiopía, en los esteros argentinos de Santiago, en la miseria del mozambiqueño Maputo, en un suburbio de Calcuta, en una cantina de Ciudad Juárez, en un basurero de Lima, en una mina del Congo, en una favela de Río, o en las Tres Mil Viviendas de Sevilla; estoy absolutamente seguro que, después de 'vivir' como lo hacen millones de condenados a la miseria por el sistema implantado por individuos como el que nos ocupa, cambiaría por completo su actitud vital. Es más, pienso que incluso tendría la capacidad para saborear una felicidad que desconoce, una felicidad íntima que no da ni el champagne, ni los diamantes, ni los yates ni tampoco un Rolls Royce.

Viendo 'acontecimientos' como éste, no hacen falta muchas teorías para comprender que las cosas tienen que cambiar. Todo es un enorme y monstruoso desatino. La vergonzosa injusticia, los abismales desequilibrios sociales, la evitable pobreza endémica en muchas zonas de nuestro Planeta, las plagas de la hambruna y las enfermedades evitables; no pueden quedarse, sólo, en contenido de telediarios, reportajes o noticias de prensa o radio.

No se puede seguir así, porque el esperpento es real y si no hacemos lo posible por evitarlo, seremos parte de mamarrachadas como ésta.

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