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Un renovado rigor

Contra la amnistía ya se ha escrito y se ha argumentado todo, y hay que seguir, también tácitamente

Quizá me lo hayan notado últimamente en el fraseo. Llevo dos o tres semanas muy sobrepasado por los compromisos personales, profesionales y literarios. ¡Que no llego…! Encima, para colmo, cuando me pongo nervioso, pierdo el tiempo, lo que me pone más nervioso. Tengo que sacudirme algunas obligaciones, por el bien, entre otras cosas, de las obligaciones que no me sacuda. No lo digo por quejarme, que sería impúdico hacerlo de los líos en los que yo mismo me voy metiendo, sino porque he visto que estoy hecho una metáfora andante.

Lo suyo sería dedicar aquí y ahora otro artículo a (contra) la amnistía. Lo pide la actualidad política, la gravedad moral y el sentido jurídico. Lo piden, sí, pero yo no tengo nada que darles y tengo, en cambio, que escribir un artículo muy largo sobre un tema más intemporal para una revista. Lo difícil de la amnistía no es estar en contra, que estaban incluso los que la han votado antes de tener que votarla porque lo dice el jefe (que también estaba en contra antes de necesitar los votos de Junts). Lo difícil es encontrar argumentos nuevos. Las más inteligentes y honestas cabezas de este atribulado país –desde la izquierda intelectual hasta la derecha menos vergonzante– han escrito contra la amnistía numerosos artículos espléndidos e incontestables. Y yo también he escrito. ¿Qué podría decir de nuevo o mejor?

Y entonces llega la metáfora. Mi manera de enfrentarme a la amnistía es escribir muy bien mi pequeño ensayo cultural, sin buscar el aliviadero de la frase hecha, sin adornarme, sin conformarme con el “aquí te pillo, aquí te mato”, con rigor de pensamiento y conciencia. Justo eso es lo que la mayoría de los ciudadanos, mientras nos convocan a votar o no, podemos hacer. No dejarnos contagiar –como nos pide el cuerpo– del cortoplacismo de nuestros líderes y del estado de malestar de un Estado fallido. Un renovado rigor es la mejor resistencia tácita contra tanta falta de dignidad personal y política. Que no parezcamos de este tiempo es lo mejor que podemos hacer por cambiar este tiempo. Si nos mimetizamos con el ambiente, nos minimizamos.

Así que mi resistencia a la amnistía va a ser volver a mi cosa sesuda, y hacerla con mucho seso. En serio. Concentrando la rabia y la impotencia para sacar de ellas lo mejor de mí mismo. Aunque quieran convertirnos en ciudadanos de segunda de una república bananera, nuestra dignidad sigue en nuestras manos.

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