Desde la ciudad olvidada

José Manuel / Moreno / Arana

El retablo de la Cartuja

AGUSTÍN de Medina y Flores nació hacia 1697 en Alhaurín el Grande. Siendo aún niño, marchó a Málaga, donde se iniciaría como tallista y ensamblador. Con posterioridad pasa a Granada. Allí Agustín contacta con Luis de Arévalo, un reputado cantero conocido por participar en la antológica sacristía de la Cartuja granadina. En 1726 decide marcharse a Jerez. Aquí permanecerá hasta el fin de sus días, dejando retablos tan relevantes como el del Rosario de Santo Domingo o el mayor de San Dionisio. De forma casual, o no, Agustín terminó trabajando también para la orden cartujana. Su estilo se percibe en el bello retablo que adornó la sacristía del monasterio jerezano. Una obra curiosamente atribuida al propio Arévalo pero donde la huella de Medina se ve con claridad en su diseño. Felizmente recuperado por los monjes tras su vuelta, se colocó en su sala capitular, donde se ha conservado hasta hoy.

El reciente anuncio de regalarlo a la parroquia de Setenil ha desatado una gran polémica y ha reabierto el debate sobre el principal monumento de nuestro municipio. La llegada de las monjas de Belén, aunque haya resultado positiva para el mantenimiento del edificio, ha ocasionado todo un éxodo de obras de arte. Sin embargo, a diferencia de este retablo, estas valiosas piezas no habían salido hasta ahora de Jerez. Un mal menor que no se daría en este caso. En este sentido, conviene recordar que una cosa es la propiedad legal y legítima del Obispado, y otra muy distinta el concepto de patrimonio, que lo vincula históricamente con Jerez, donde se creó y para la que se hizo. Un pedazo de nuestra historia que no deberíamos dejar escapar.

En los próximos días se hará público un manifiesto en el que diferentes expertos nos uniremos por esta justa causa. Nuestra voz merece ser escuchada. Estamos a tiempo de no cometer un error histórico.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios