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Tribuna

javier gonzález-Cotta

Lea Ypi, la pista albanesa

Si Albania entrase en la UE, sería el primer país de mayoría musulmana suní –pese a ser un estado aconfesional y a la vez interreligioso– que irrumpiría en el negociado de Bruselas

Lea Ypi, la pista albanesa

Lea Ypi, la pista albanesa / rosell

Tiktok ha convertido Albania en destino turístico de moda. Ha caído el último bastión desconocido. La industria viajera ha puesto sus ojos en la ahora llamada Riviera albanesa y en su litoral de color turquí. A menudo la memoria se comporta cual extraño sortilegio. No sé por qué entre otras cosas asocio el nombre del país a una rara película de Alfonso Ungría, La conquista de Albania (1983), donde se narra el incierto periplo de unos vascones del siglo XIV empeñados en conquistar el remoto confín de los albaneses (Carlos II de Navarra apoyó a su hermano Luis en esta aventura, que creía legitimada por los esponsales con Juana de Anjou).

De forma morbosa, asocia uno también Albania al mafioso ramaje del crimen en los Balcanes (hace poco fue detenido en un pueblo de Alicante Lulzim Berisha, el jefe de la banda criminal de Dürres). Eterno postulante al Nobel, las novelas de Ismaíl Kadaré nos retrotraen al imaginario albanés de la épica medieval (el mito de Skandenberg), pero también, en clave más reciente, a los oscuros años del estalinista y paranoico Enver Hoxha y que, como ahora veremos, se abordan en Libre, la aclamada novela de Lea Ypi.

Como epígono de las guerras en la extinta Yugoslavia, el nacionalismo albanés enfrentó de lleno a albanokosovares y a los serbios de Kosovo (1998-1999). Ambas comunidades mantienen una enconada tensión, lo que obliga al actual despliegue de soldados de la KFOR. El irredentismo albanés gusta mirarse en los antiguos pelagos e ilirios, reclama los supuestos orígenes albaneses de Alejandro Magno y Aristóteles y presume de civilización anterior incluso a la Magna Grecia (“somos más griegos que los griegos”, afirma el propio Kadaré).

Bajo la presidencia rotatoria española en Europa, Pedro Sánchez se involucró el pasado año en la causa de los Balcanes occidentales y de los países aspirantes a la UE. Si Albania entrase en la UE, sería el primer país de mayoría musulmana suní –pese a ser un estado aconfesional y a la vez interreligioso– que irrumpiría en el negociado de Bruselas (no sería Turquía, la eterna aspirante). En la Avenida George Bush de Tirana se alza una elefantiásica mezquita promovida precisamente por Turquía. Pero el islam a la europea en Albania no afecta al devenir de su política nacional.

En Libre. El desafío de crecer en el fin de la historia (la citada novela de Lea Ypi), la filósofa y profesora de Teoría Política en la London School of Economics ha escrito una suerte de memorándum de infancia sobre los últimos años en la inhospitalaria Albania de Enver Hoxha (el “tío Enver”, como fue llamado). La niñez y primera adolescencia de Ypi discurren en los calamitosos años 90. Primero bajo los estertores de la enfermiza dictadura. Luego, tras su derrumbe, sus vivencias coinciden con el inicio de la democracia neonata, la implantación del libre mercado, las oleadas migratorias hacia Italia y la cuasi guerra civil de 1997 que explotó con la quiebra de las entidades financieras que habían espoleado el beneficio rápido en los desacostumbrados inversores locales.

Sin embargo, el lector prejuicioso no hallará en Libre una simple refutación del marxismo en clave estalinista. A través de los ojos de una niña que había crecido feliz (Albania era un reducto contra Occidente y la desviada Moscú), lo que subyace en su obra es una mirada de adultez y equilibrada distancia. La libertad fue anulada bajo un régimen castrador, pero el capitalismo también pervirtió su significado a través del eslogan y la propaganda.

Sin renunciar al humor, la novela evoca las colas para la adquisición de productos básicos, la asombrosa red de espías en Albania, el culto a Enver Hohxa como único credo. Eran evidentes las carencias (una lata de Coca Cola era vista con asombro y fascinación y daba pie a riñas vecinales). Se convivía con la delación continua –la sombra policial de la Sigurimi– y el estigma sobre tantas personas cautivas de su pasado (lo que en Albania se conocía como “biografía”, padecida por los propios padres de la autora). El país abandonó su tenebrosidad para adentrarse en la falsa emancipación del liberalismo capitalista.

Dice Lea Ypi que el libro plantea la pregunta fundamental de qué es la libertad y cómo hay que diferenciarla de la libertad como ideal, como ideología o como suma de eslóganes. Acabado el libro (y leyendo también las entrevistas que le han hecho a la autora), uno entiende lo que quiere decir la frase con la que arranca la novela y en la que la niña Lea se halla junto a la estatua del sátrapa georgiano. “Nunca me pregunté lo que significaba la libertad hasta el día en que abracé a Stalin”.

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