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Tribuna

Emilio A. Díaz Berenguer

PhD CEO de Kratos I+D+i

Seguridad versus libertad

Los partidos políticos históricos no han sabido afrontar la última crisis económica como lo que realmente era: una brutal crisis política que ha conseguido el retroceso de la clase media

Seguridad versus libertad Seguridad versus libertad

Seguridad versus libertad / rosell

Sine politica, truncatis (Sin política, la selva) Esto es lo que nos jugamos en un futuro que comienza a ser presente. La alianza proactiva entre el tecnocapitalismo y el neoliberalismo usurpador está jugando con fuego. China, una dictadura no precisamente del proletariado, sino de la casta de un partido político, cuyos ciudadanos jamás conocieron la democracia, y EEUU, país donde avanza la oferta populista de Trump, no aventuran un buen escenario para la democracia y la libertad.

Un liberalismo cultural, en una economía social de mercado no especulativa que perfeccionara el actual sistema democrático, sin alianzas contranatura con populismos que acabarían por fagocitarle, sería el marco político-cultural idóneo para apalancarlo. Orden y seguridad han formado siempre parte esencial de la oferta política de los movimientos totalitarios. Los partidos políticos históricos no han sabido afrontar la última crisis económica como lo que realmente era: una brutal crisis política que, aprovechando las especulaciones que condujeron al crecimiento de determinadas burbujas económico- financieras, ha logrado uno de sus objetivos: que la cuota de poder socioeconómico que el Estado del bienestar garantizaba a una nueva clase media retrocediera considerablemente.

El acelerado descenso de los tipos de interés fue el cultivo que aprovechó la economía digital para crecer y fortalecerse sin los requerimientos de los inmovilizados materiales de la manufacturera, por lo que la movilidad de las propiedad intelectual entre jurisdicciones fiscales es hoy uno de los problemas que deben afrontar los gobiernos democráticos, fundamentalmente EEUU, donde más del 80% de las reservas de las siete principales tecnológicas se encuentran en el exterior, y en no poca parte en paraísos fiscales. La política monetaria de expansión cuantitativa recondujo a los inversores hacia activos de mayor riesgo pero con rentabilidades sensiblemente más elevadas.

El capitalismo es un sistema lampedusiano y prescriptivo: inicia ciclos con finales y hojas de ruta prescritas en función del comienzo de otro que representa una evolución marginalista del anterior. Lo que nos está tocando vivir no sólo se va a llevar definitivamente por delante al pilar clásico de la economía, el manufacturero, sino que probablemente también al financiero tradicional.

El avance de las fintech desde la última década parece imparable. Su producto estrella hoy, una nueva criptomoneda, la libra, fruto de la colaboración entre varias plataformas tecnológicas a cuya cabeza se encuentra Facebook, con la participación impagable de los servicios del plásticopoder monetario, representa en la práctica la rúbrica de la alianza entre el populismo trumpista y varias de las grandes plataformas tecnológicas, a costa del propio poder financiero tradicional.

Lo expuesto hasta aquí podría desembocar en una enorme crisis sociolaboral que a corto y medio plazo se plasmaría en un balance muy negativo para el empleo, lo que daría lugar al surgimiento de movimientos luditas. Pero el tecnopoder necesita la paz social, no está nada interesado en fricciones masivas, y para eludirlas podría llegar a promover, y hasta cofinanciar, la creación de una Renta Básica Universal que permitiera cubrir un mínimo de las necesidades de los ciudadanos a cambio de orden y seguridad, lo que acabaría por crear un nueva clase social: el ciberproletariado o proletariado cognitivo.

Esa paz social tendría otro valor añadido inestimable para los intereses del tecnopoder: dada la práctica imposibilidad actual de replicar la conciencia fenoménica de los humanos en la IA, podrían optar por una opción alternativa, la integración de la IH mediante el sometimiento del libre albedrío de las personas.

Por otra parte, los populismos se están convirtiendo en la práctica en los troyanos de un ciberleviatán que acabaría con la democracia sustituyéndola por un nuevo modelo de organización de la sociedad basado en la cultura de la antipolítica. Sólo Europa, sin descartar a los países latinoamericanos, podría erigirse como el guardián de las esencias de la libertad y de una democracia perfeccionada a partir de la gobernanza tecnológica.

Finalmente, es importante señalar también que no sería descartable que este proceso de perfeccionamiento de la democracia liberal representativa diera lugar a la desaparición de los partidos políticos como colectivos de ciudadanos, debido a su desgaste e incapacidad de adaptación. El futuro no contaría con los partidos como tales, sino directamente con los políticos como representantes de los ciudadanos en los legislativos, ejecutivos y judiciales. Los partidos pasarían a ser agrupaciones o asociaciones de políticos según afinidades ideológicas, territoriales, de identidad o de otros intereses comunes.

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