MI Semana Santa es, la que señala mi rumbo. Es el reloj de mi vida, y el diezmo de mi tributo. El Cedrón de mis sentidos. La dueña de mis embrujos. La que acorta mis distancias, y detiene los minutos. Es una línea quebrada de horizonte puntiagudo. Unos ciriales que asoman… una sombra en algún muro. Es un Viernes de Cuaresma, de abstinencias y de ayunos, y un domingo pregonero, entre cofrades de lujo. Mi Semana Santa pinta los más hermosos dibujos, y es refugio a la esperanza de los fieles moribundos. Es un llamador que rompe los silencios más rotundos. Una agrupación de fieles que no temen al futuro. Doce meses de impaciencia soñando las cinco en punto, y una gloria que va o viene, según los años de humo.

Mi Semana Santa sabe de los rezos vagabundos, que caminan por la historia, buscando pechos y escudos. Es una mano que agita los tules del "repeluco". Una procesión de panes con celadores de engrudo. Es el rancio de las fotos de los altares de culto, y el regreso a la hermandad entre abrazos y saludos. Mi Semana Santa vuela por cielos malvas y mudos, y se hace causa del Dogma, en la Función de Instituto. Es una bulla que apaga el rumor de los tumultos.

Media vida nazarena portando el mismo atributo. Es un Dios que pinta azules, la paz en tiempos absurdos, dos palomas que se amarran bajo un olivo aceituno, y esa Virgen coronada - esencia del contrapunto - que es la Reina de las Viñas, allá por los extramuros.

Mi Semana Santa duele como el acero desnudo, porque mi alma cofrade, consume cada segundo, en demanda del incienso que es senda de su triunfo. Es mi Domingo de Ramos. Es mi Lunes claroscuro. Es mi calle el Martes Santo, y es Miserere de arrullos. Es mi palio verdinegro. Es mi noche de los lutos, es la Piedad ya de vuelta, y es un Sábado confuso. Así es la Semana Santa que a mí me para los pulsos, porque forja mis consuelos sin ambages, ni estatutos. El norte que en mi razón, proclama en lo más profundo, que esta es mi Semana Santa. ¡La más bonita del mundo!