Diario de Pasión

Y el final no pudo ser feliz

  • El mal tiempo y finalmente la lluvia volvió a amargar otro Viernes Santo, y van dos, pero este año cuatro cofradías pudieron al menos salir pero con mucha incertidumbre

Al final no pudo haber un epílogo como Dios manda de las procesiones de una Semana Santa marcada por la anormalidad. La lluvia volvió por su fueros y estropeó un día más lo que apuntaba que hubiera sido un Viernes Santo más o menos normal. De las cuatro hermandades que salieron, la Piedad de quedó en casa; el Cristo y Loreto se refugiaron en la Catedral y la Soledad se volvió a la Victoria cuando alcanzó Cristina a la altura del monumento a las cofradías para entrar en su templo sobre las 22,30 horas.

Entre tanto, el Cristo decidió volver a San Telmo, al igual que el Loreto, ambas con un pequeño lío en la Catedral, mientras que la Exaltación se quedaba para regresar hoy a las Viñas. El Cristo recibió el chaparrón de la noche, que empezó a apuntar cuando la cofradía estaba por la Cruz Vieja y alrededores.

Al final, recogida sobre la 1,10 horas con los pasos y nazarenos chorreando. El Loreto puso rumbo a San Pedro de forma rápida para recogerse sin incidencias. Este es el resumen rápido de la tarde noche del viernes que pudo ser pero que no tuvo un final feliz. En cualquier caso las hermandades que salieron le echaron valor e hicieron posible que en el epílogo se vivieran momentos clásicos del día y que la gente disfrutara por unas horas de las cofradías, con unas calles con buen ambiente aunque algo menos de lo habitual. Tal vez los pronósticos poco favorables y lo desapacible del tiempo retuvieran a muchos en sus casas.

El día amaneció lloviendo, aguando la mañana de las de Madrugada, y continuó con más nubes que claros, mientras que los partes seguían señalando un alto índice de riesgo de precipitaciones. A la hora de la tarde en la que se tenían que producir las primeras salidas, la lluvia seguía sin aparecer. Así, la Exaltación y el Cristo de ponían en la calles, al igual que más tarde el Loreto.

La Piedad se daba 45 minutos, rezaba un Via Crucis en el Calvario y comunicaba la suspensión de la salida. Al final fue lo mejor ya que de haberse echado a la calle, la intensa lluvia le habría pillado en Tornería o se habría quedado en la Catedral. Casi a renglón seguido la Soledad decidía salir manteniendo el recorrido y horarios normales, aunque con el plan de regresar por José Luis Díez dejando Carpintería Baja. Sucintamente así sucedió casi todo. Por medio quedaron muchas horas de tensión, de reuniones, de planes alternativos y de decisiones más movidas por el corazón que cerebrales. Ademas se unió lo mucho que pesaba dejar otra Semana Santa en blanco a añadir a la de 2011.

Es lo que tienen las semanas santas que llegan revueltas en el tiempo, algo a lo que vamos acostumbrándonos porque van 11 años así y ya no puede ser casualidad que durante más de una década el mal tiempo sea una constante. Hay quienes aventuran que con este panorama el clima claramente apunta a un comportamiento distinto a lo que venía siendo en el tiempo pasional. De esta manera, las decisiones arriesgadas van a tener que ser una constante en el futuro si queremos ver cofradías en las calles.

Volviendo a lo que nos ocupa, el arranque del Viernes Santo tuvo su gran ambiente en las Viñas con la hermandad echándose a la calle entre su gente, con sol y nubes, con la idea de volver acortando camino y de nerviosismo cuando se anunciaba la llegada de lluvias en el instante en el que la cofradía rondaba la Catedral jerezana.

Del mismo modo, el Cristo salió ante una abarrotada San Telmo, cumpliendo con el rito de poner en pie al Señor y con el Valle en su paso de palio radiante. Pero si se miraba hacia el poniente, las amenazadoras nubes ya iban proclamando que la tarde y la noche no serían ni mucho menos tranquilas. Saetas, vivas, aplausos… todo confluyó en lo que es habitual en la siempre peculiar salida del Cristo. El Loreto con su impronta silente, dejó San Pedro también apretando el paso para no perder tiempo y siempre con el objetivo de buscar aquellos espacios en los que la reacción de regreso fuera posible.

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